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Y yo sin enterarme

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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De otra forma, no me hubiera podido enterar de mi situación profesional. Gracias a las preclaras palabras de un mandatario de pro de la isla de Gran Canaria, me he enterado, tras cuatro años de actividad profesional, que trabajo en un medio “sensacionalista”, dicho con todo el sentido peyorativo que dicha palabra encierra. Mi primera reacción fue de espanto y cierta desazón al pensar que toda mi actividad de columnista había caído en saco roto o en brazos de panfletos mediáticos de baja estofa y peor redacción. No obstante, antes de dejarme vencer por el desánimo, recurrí al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (vigésima primera edición) para consultar la verdadera definición de sensacionalista. La definición de tan docta fuente es la siguiente: sensacionalista: referente o relativo al sensacionalismo. Lo siguiente fue consultar sensacionalismo: tendencia a producir sensación, emoción o impresión, con noticias, sucesos, etc. Por último y para calmar mi creciente ansiedad, consulté sensación: impresión que las cosas producen en el alma por medio de los sentidos o emoción producida en el ánimo por un suceso o noticia de importancia.Tras la consulta me invadieron más dudas de las que ya tenía, al comprobar que las acusaciones vertidas contra este medio y contra mi trabajo -por pertenecer a él- no se fundamentaban en un planteamiento sensato y basado en un conocimiento empírico. Todo lo más, estaban sujetos a la creciente tendencia de los representantes públicos de manipular nuestra lengua, sin reparar en el verdadero sentido que esconden las palabras que utilizan.Tengo claro que cada uno ve las cosas bajo un prisma bien distinto, pero cuando uno redacta una determinada información, por muy rigurosa que ésta sea, debe lograr atrapar al lector. De otra manera, se perderá su atención nada más empezar y no se logrará contar aquello que se pretende con dicha redacción. Después, mientras tenía los nervios más templados, recurrí a la memoria, olvidada parte de nuestro ser, sobre todo cuando se quiere tener la razón a cualquier precio. Mi interés se centraba en pensar en otros ejemplos –medios de comunicación en este caso- que también podrían entrar en la consideración de sensacionalistas. Debo decir, sin necesidad de presumir de memoria, que dichos ejemplos no tardaron mucho en venir a mi cabeza. Claro que, no por ello, el recuerdo es más grato ni placentero.El primero que recordé estaba protagonizado por el director de cierta emisora de radio financiada por aquellos que han jurado defender las creencias de las personas sin, por ello, tener que influir en los asuntos mundanos del resto de las ciudadanos del mundo. Una emisora que se ha colocado el traje de gran inquisidor y persigue a todos aquellos que no están de acuerdo con sus rancios, caducos y pestilentes argumentos. Pues bien, el mentado director argumentó en un programa de la televisión pública TVE1 que la guerra civil española, ni fue una guerra civil ni estalló en 1.936. Para el mentado señor –no pienso escribir ningún adjetivo por eso de ser educado y guardar las formas que ellos suelen ignorar- la contienda que asoló España durante tres años fue una cruzada de liberación contra la invasión comunista y subversiva, y que su estallido sucedió en 1.931. Después, ante el aluvión de críticas del resto de los invitados al programa, rectificó diciendo que la cruzada de liberación estalló en 1.934. Muy al final, reconoció que el alzamiento nacional sí se proclamó en 1.936, pero lo de llamarlo guerra civil no estaba en su guión. No sé lo que les parecerá a ustedes, pero a mí eso no me parece sensacionalismo sino amarillismo mezclado con esquizofrenia política, carente de cualquier ética. Ya lo dije el otro día, para ese señor y sus acólitos, los campos de extermino nazis eran pabellones de recreo con guardas muy rigurosos. Y toda la propaganda era una maniobra del complot judeo-masónico, añadirán.El mismo medio de comunicación a punto estuvo de causar un conflicto diplomático por una broma de muy mal gusto, orquestada por su periodista estrella, en la que se vio implicado el presidente del gobierno de nuestro país y un mandatario extranjero. La cosa no llegó a mayores, pero su osadía a punto estuvo de causar un disgusto a la imagen de nuestra nación.¡Qué se puede esperar de un supuesto profesional de la información que cada mañana pregona la insurrección social y militar, como si nuestro país estuviera en la misma situación que el Méjico revolucionario de Francisco Villa, Emiliano Zapata o el presidente Madero! Lo que olvida el mentado voceador es que, además de que la situación es muy distinta, ni él, ni los que le rodean, tienen el valor y los arrestos de “Pancho” Villa o Zapata. Tratar de compararse con ellos, sería insultar a los mentados héroes de la revolución mejicana.No sé lo que pensarán ustedes, pero eso es mucho más grave que el sensacionalismo, tal y como lo entienden las mentes lúcidas de las política insular. Tampoco nos debería extrañar, visto el doble rasero con que se juzgan las cosas, el comportamiento de censor-inquisidor de buena parte de los jefes de prensa de los organismos públicos. Visto cómo actúan sus superiores, es lógico que ellos se comporten igual.Hay más ejemplos en el mundo mundial, sobre todo aquellos que buscan la teoría de la conspiración cuando acuden al baño –único lugar en el que son capaces de pensar-, pero termina siendo cansino ver a las mismas marionetas interpretando el mismo papel, una y otra vez.De todas formas, y a riesgo de parecer un descerebrado, me alegro de pertenecer a un medio que defiende unos valores como los que defiende canariasahora.es, aunque para ello no sea del agrado de determinados personajes. Lo que ellos ignoran es que ya estábamos en desacuerdo, mucho antes de que empezara a llenar páginas en este rotativo.Y sus últimas actuaciones no han mejorado mi percepción de lo que son y qué hacen. De eso pueden estar seguros.

Eduardo Serradilla Sanchis

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