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Y España perdió los nervios (y II)
Ferrán andaba por Chile para participar en la XVIII cumbre de dirigentes de organizaciones empresariales iberoamericanas, evento que coincidió con la reunión de presidentes. Uno de los documentos patronales habló de las excelencias del libre mercado, al tiempo que Díaz Ferrán criticaba a Venezuela, Bolivia y Ecuador por considerarlos “poco atractivos” para las inversiones debido a la “inseguridad jurídica”. El jefe de la CEOE recibió cumplida respuesta de los presidentes argentino, venezolano, nicaragüense, ecuatoriano y boliviano, quienes, cada uno a su manera, denunciaron la política neoliberal y algunos incorporaron críticas a las tropelías de Telefónica, Santander, Unión Fenosa, Repsol, etcétera, que acudieron al pastel en la década neoliberal pasada para comprar duros a dos pesetas, aprovechando las privatizaciones. Hoy explotan sin medida a los trabajadores, con unos beneficios descomunales, sin importarle destruir de paso el medio ambiente o violar derechos humanos.
Para la patronal, la “seguridad jurídica” no es otra cosa que facilidades para aumentar la tasa de beneficios. Mercado salvaje. Pero resulta que varios países de la región, hundidos gracias al libérrimo mercado, eligieron últimamente con su voto gobiernos para que pusieran punto final al deterioro social y económico de las mayorías. Independientemente de la valoración que a cada cual merezca su gestión, tal es el significado profundo del voto por Correa, Lula, Kirchner, Chávez, Ortega o Evo Morales. ¿Qué pretende la patronal española? ¿Que estos gobernantes desconozcan el mandato político de los electores? Por otro lado, ¿de qué se queja Telefónica, por ejemplo? Acaba de declarar los mayores beneficios de su historia reciente, entre otros negocios gracias a su telefonía móvil?en América Latina. Si permanecen en Venezuela, Ecuador o cualquier otro país y se sienten tan inseguros, ¿por qué no se largan a otra parte en lugar de aumentar allí sus inversiones? Cinismo sin fronteras. Vayan acostumbrándose a la siguiente reflexión del presidente Evo Morales: “Queremos socios, no amos”.
La diplomacia española descartó en la cumbre de Santiago esta recomendación de Evo Morales y la opinión de los nuevos gobiernos latinoamericanos de centro izquierda y/o nacionalistas. Pero este fenómeno no podía dejar de tener presencia y expresarse en la cumbre. Zapatero optó por el libre mercado, enfrentándose así desde el principio a los gobiernos que lo rechazan. Tampoco mantuvo una posición equidistante entre las diferentes orientaciones presentes en América Latina. Con modos elegantes y el proyecto de cohesión social en la solapa de la chaqueta, Zapatero criticó el exceso de intervención estatal en la economía y enmascaró al papel de los Estados Unidos en la región al aconsejar que no debe culparse al exterior por los problemas de cada país. Sin embargo, el intento de derrocar a Chávez por medio de un golpe de Estado fue apoyado por Washington y Madrid, factores externos. El bloqueo criminal contra Cuba, las invasiones y las dictaduras del siglo XX sostenidas por los gringos, el expolio de sus recursos naturales, la barrera a cualquier desarrollo digno de ese nombre gracias a las deudas externas y las privatizaciones constituyen elementos tan externos como determinantes en la vida de aquellos países.
Las cumbres iberoamericanas tenían que estallar de una u otra manera. El año, pasado, éste o el próximo. Pudiera pensarse que defender a las 8 empresas españolas que monopolizan el 80% de la inversión hispana en la región constituye un gesto patriótico, pero entonces estamos hablando de un patriotismo de inspiración imperialista. Manifestar después la esperanza, como ha hecho Moratinos, de que el incidente entre Juan CarlosI/Zapatero y Chávez/Ortega no repercuta negativamente en las relaciones entre España y Venezuela responde al mismo criterio: que los negocios salven el pellejo, mientras los medios de comunicación españoles y los reaccionarios del PP arropan a la oposición golpista venezolana. España debería preocuparse menos por la patronal y ocuparse más por elaborar una política exterior con América Latina solidaria y respetuosa, más allá del aumento en los fondos de cooperación. Que va siendo hora de romper radicalmente, también en este aspecto, con José María Aznar y sus ricos amiguetes de aquí y de allá.
Rafael Morales
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