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España en el Sahel

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Este pasado viernes hemos celebrado en Casa África una apasionante jornada sobre el Sahel, en la que quisimos ponerle contexto a la región, aprender cosas sobre esta inmensa franja desértica (que integra cinco o seis países, más zonas de otros países del entorno) que se ha convertido, en palabras del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en una “amenaza que no es solo ni local ni regional, es global”.

Les recomiendo encarecidamente que, en el canal de Youtube de Casa África, busquen estas jornadas, que contaron con el apoyo del Ministerio de Defensa, y disfruten del aprendizaje que implica escuchar, por ejemplo, a un académico maliense contarnos cómo la ciudadanía, el pueblo maliense, está viviendo este momento tan difícil para su país. O de la espectacular intervención que la periodista Beatriz Mesa tuvo en el Auditorio de Casa África para presentar el libro ‘Los grupos armados del Sahel’, que nuestra institución ha publicado en su colección de ensayo.  

La situación del Sahel, a nadie se le esconde, es complicada, cada vez más complicada. La misión de Naciones Unidas en Mali, la Minusma, ya tiene el triste récord de ser la misión de esta organización internacional con mayor número de víctimas mortales de toda la historia de las misiones de la ONU, para que entendamos su peligrosidad. Este mismo viernes, por la mañana, había noticias que apuntaban a un nuevo Golpe de Estado en Burkina Faso, uno de los tres países que comparten el espacio fronterizo con mayor actividad de los grupos yihadistas.  

En las discusiones entre los expertos se habló en muchas ocasiones del golpe de Estado en Mali de 2022, de la retirada francesa, del apoyo popular que está recibiendo la junta militar que realizó el golpe y de la aproximación a Rusia, una decisión que si bien en Europa vemos como cruzar una línea roja (la absoluta y total falta de respeto a los derechos humanos que ha demostrado en tantas ocasiones el llamado Grupo Wagner, un grupo de profesionales de la guerra con estrecha y clara vinculación con el Kremlin), en las calles, entre el pueblo maliense goza de total aceptación.  

Quería contarles hoy que en una de las ponencias que incluimos en el programa de este ‘viaje’ por la diversidad del Sahel que propusimos, explicamos al detalle qué está haciendo España, nuestro país, por esta región. Y el elegido para hacerlo fue un canario, Jesús Díez Alcalde, un coronel del Ejército además licenciado en Ciencias de la Información, especializado desde hace años en el continente africano (con mucha experiencia en el terreno en países como la propia Mali, o Somalia) y ahora una persona clave en el desarrollo de la Estrategia de Seguridad Nacional que el Departamento de Seguridad Nacional (DSN) desarrolla desde Moncloa (la Presidencia del Gobierno de España).  

Este brillante analista nos recordó, entre otras cosas, que el esfuerzo que está haciendo España en materia securitaria en el Sahel no tiene parangón entre los países de la Unión Europea: España es el único Estado Miembro de la UE que ha estado en todas y cada una de las misiones civiles y militares desplegadas en África desde el año 2003.  

De hecho, el 25 por ciento de todos los efectivos militares de las misiones de la Unión Europea en África son españoles, es decir, uno de cada cuatro. En alguna misión, como la EUTM-Mali, los soldados españoles suponen cerca del 60% del total de efectivos desplegados. 

España, además, tiene un papel primordial en dos coaliciones internacionales para la región, la Coalición por el Sahel (que aborda temas de seguridad, gobernanza y desarrollo) y la Alianza por el Sahel, cuya Asamblea nuestro país preside estos momentos y que trabaja específicamente en el área del desarrollo.  

En el plano político, tenemos un III Plan África que expone claramente y de forma ambiciosa (aunque no sea fácil alcanzar todos los objetivos, siempre es bueno poner el listón alto) la perspectiva española hacia el continente vecino.  

El Plan, recordemos, tiene cuatro pilares: paz y seguridad; desarrollo sostenible, crecimiento inclusivo y resiliente; refuerzo de las instituciones (la buena gobernanza) y la apuesta por la movilidad regular, ordenada y sostenible (las migraciones). Al ser conscientes de que era imposible abarcar todos los objetivos, el Gobierno realizó con acierto una especie de aplicación ejecutiva del espíritu de este plan, llamado Foco África 2023 y que, como su nombre indica, enfoca los esfuerzos españoles, para que sean realmente útiles, medibles y que dejen huella en los países africanos con los que trabajamos: el Foco África, incluso, propone centrar los esfuerzos en países prioritarios, países ‘ancla’ (países que en su región son un polo económico) y países piloto (como Senegal), donde se desarrollan la mayor parte de proyectos de cooperación.  

A modo de ejemplo, leíamos estos días un reportaje de la Agencia EFE realizado desde Dakar en el que se evalúan los resultados de un proyecto piloto de la llamada ‘migración circular’, que ha permitido a 17 jóvenes senegaleses viajar a España con un contrato de trabajo para la temporada agrícola, regresar a su país y, un año después volver a repetir la experiencia.   

Con este tipo de medidas, que por fin empiezan a mostrar que existen caminos para abrir vías legales para la migración, y que buscan evitar la cara o cruz que supone subirse a una desvencijada lancha neumática para jugarse la vida en la mar, la Unión Europea está muy atenta a la relación que nuestro país está estableciendo con África, libre de las ataduras que tienen otros, marcadas por el colonialismo, y con un trato sincero que persigue que siempre salgan beneficiadas ambas partes.  

Y nuestro país quiere y pretende, lo ha dicho nuestro ministro de Exteriores en diversas ocasiones, ser líder europeo en esta nueva relación surgida tras la Cumbre Unión Europea-Unión Africana celebrada en Bruselas el pasado mes de febrero de este año.  

La apuesta española pasa por liderar en el seno de la Unión Europea esta relación renovada, entre socios, entre iguales. La estrategia de nuestro país en África, el Plan África, está sostenido por unos principios transversales acertadísimos (diferenciación, asociación, multilateralismo, promoción de los Derechos Humanos y la igualdad de género y la unidad de acción en el exterior).  

Lo que queda ahora, y no me canso de decirlo, es que toda esta estrategia se acompañe de un verdadero esfuerzo económico, que permita realmente mostrarles a nuestros socios que estamos aquí para ayudar y que somos muy conscientes de que su estabilidad y progreso son nuestra estabilidad y progreso. Siempre he pensado que la cooperación con África debe entenderse y ejercerse de igual a igual, y no con mentalidad paternalista, ‘de listillos a pobrecillos’. Si pensamos y actuamos así nunca ayudaremos en realidad a desarrollar el continente.

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