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Espuma de 'Sodero'

Salvador García Llanos / Salvador García Llanos

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En diez composiciones utilizando el soneto, 63 poemas en décimas y dos romances, Hernández acredita su vena poética, que era como una suerte de espina ahí clavada -bueno, en canciones y tenderetes, entre improvisadas y cultivadas estrofas, coplas y cuartetas- hasta verlas ahora, legibles, en un nuevo libro cuyos lectores entenderán perfectamente, al menos los que conocen bien la personalidad del escritor, siempre tan pegado al territorio, al costumbrismo, a lo autóctono y a la realidad más próxima.

Se le ve tan suelto que parece jugar con las palabras y con las figuras poéticas. “El divertido ejercicio de escandir”, recuperando, en efecto, metros y patrones. El autor ya ha acreditado en anteriores entregas su predilección por un lenguaje bien empleado, por construcciones que revelan el cuidado necesario a la hora de emplear las palabras adecuadas. En eso, la poesía obliga mucho más, de ahí que resulten llamativas las estrofas y toda la secuencia poética.

Para esta nueva criatura, Sodero, Jesús Hernández se acompañó de un prologuista de lujo, Alvaro Hernández Díaz, quien proclama y comparte “la esperanza de que el poemario se expanda indefinidamente”, acaso el anuncio de algo tan ambicioso como musicalizar, ya en una segunda compilación, los poemas contenidos en las páginas de la obra.

Y se rodea de las atrayentes ilustraciones que aporta Marianella Aguirre, suplementadas de forma muy dinámica y vitalista por esa excelente pianista que es Cristina Coronado Alvarez.

Seguro que la espuma gaseosa de Sodero llenará de lirismo cercano y ocurrente la sensibilidad cultural realejera. Y confirmará la escritura del autor, un docente que, tras acceder a la jubilación, ha hecho de todo menos aburrirse. Tan sólo con mantener vivos diariamente a Pepillo y Juanillo, su blog, ya engrosa los reconocimientos. Ahí desmenuza su interpretación de las cosas que acontecen en los territorios insulares donde los males, por ser crónicos, son casi una invitación a la resignación. No es que Jesús Hernández haya perdido su espíritu crítico y disconforme que ya luciera desde los tiempos en que ejerció cargos públicos, entre ellos el de alcalde del municipio que le vio nacer y al que ha dedicado notables afanes en los campos de la docencia, de la participación social y de la investigación musical y folclórica.

Esa inquietud permanente le ha llevado -alejado ya, por voluntad propia y por los desengaños acumulados, de las esferas políticas- a expresar poéticamente ideas y sentimientos que, en el fondo, son un homenaje -lúdico, sí- a la métrica tradicional. Y así, como él mismo dijo, logra arrinconar los malos tragos, las incomprensiones, los sinsabores y justipreciar la resultante de este nuevo volumen, erizado en su proceso de elaboración, seguro, de dificultades, vencidas por la imaginación y por la tenacidad.

O sea, por la espuma de Sodero.

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