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Las europeas pero menos

José A. Alemán / José A. Alemán

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La campaña electoral, ya la han visto, ha tratado más de asuntos internos tipo Zapatero malo y tú más que de asuntos europeos. Rajoy se ha tomado estas elecciones como una reválida de su liderazgo en el PP y de leña al mono hasta que hable inglés. Sus procedimientos han sido tan rastreros que creo haberme equivocado al considerar que Soria no pinta nada en Génova. Rajoy no da, a mi entender, talla de presidenciable y creo que Jaime Mayor Oreja, candidato europeo de su partido y no sé si a pesar de Rajoy, tiene mayor envergadura política.

Por el lado psocialista, Zapatero sigue en sus trece. Dice, asegura, que saldremos de la crisis y yo creo que tiene toda la razón porque, ya saben, no hay crisis que cien años dure. Saldremos de ésta para caer con el tiempo en otra, si es verdad el cuasi axioma de los rojos redomados de que el capitalismo necesita de crisis periódicas (y de guerras, que también son crisis) para reajustarse y seguir adelante.

En este sentido, hablan mucho, Zapatero y López Aguilar, de cambio de modelo, aunque sin añadirle al sustantivo “modelo” el adjetivo “capitalista”. Son unos buenos socialdemócratas que no aspiran a derrotar al capitalismo, bonito fuera, sino a gestionarlo mejor. Hablan, pues, de un capitalismo distinto más justo, equitativo y saludable. Menos puñetero, quiere decirse.

Dado que soy incapaz de imaginarme, tal y como está el patio, un modelo ahora mismo posible opuesto al capitalismo, me callo. Siempre se ha dicho que la Historia se venga de los jóvenes idealistas permitiéndoles vivir lo suficiente para ser testigos del horror provocado en nombre de sus ideales, así que, como uno ya no es joven, me agarro a lo que hay. Y lo que hay es la necesidad de mayor democracia de la que no andan sobrados los mecanismos decisorios de la UE. Porque tanto los órganos de la UE como las instituciones internacionales, especialmente las que mandan en la economía, están en manos de funcionarios y profesionales expertos cooptados a los más altos cargos sin mezcla de urna maldita. Concentran más poder que los políticos electos que han asistido, callados, a la contradicción de que sus países renunciaran a buena parte de su soberanía sin lograr domeñar los nacionalismos de los Estados miembros y sus egoísmos.

Han practicado algunos el bonito juego de lanzar palos a las ruedas del carromato comunitario y no sorprende que el tratado de Lisboa elimine, si no he leído mal, las referencias que puedan asemejar la UE a un Estado. Fuera, pues, la bandera azul estrellada, el himno de la Alegría y el lema de “Unidad en la Diversidad”. Como me quedé encasquillado en el debate de si se quería una Europa de los Estados, de las Regiones o de los Pueblos, no sé si ahora, años después, será ésa la decisión.

-¿Acuásla? -pregunta el maúro que llevo dentro.

Hay quienes ven en el Tratado de Lisboa el modo de desatascar la UE. Fueron duras las negociaciones y las concesiones para que saliera adelante. Debió entrar en vigor a principios de 2009 y quieren, creo, que lo haga a principios de 2010, a pesar de que en estos momentos parece todavía bloqueado. El texto del Tratado es un tocho que ya deberían haberse puesto los políticos a explicarlo mascadito, que para eso les pagamos. Prevé que en lugar de las presidencias semestrales haya un presidente estable con mandato de dos años y medio, con posibilidad de repetir una sola vez, que será elegido entre los miembros del Consejo Europeo sin necesidad de contar con la aprobación del mismo Parlamento al que nos llaman a votar el domingo. Por lo que dejan a la cámara europea en las mismas, aunque se disponga Lisboa a aumentar su poder de co-decisión y co-legislación. Se reforzará la política exterior de la UE y bastantes cosas más que me obligaría a extenderme y no ando yo muy ducho en el corta-pega.

En fin. Yo esperaba que éstas y las demás cuestiones me las aclarara la campaña electoral. Uno es un tipo aplicado capaz de leerse a pelo los documentos, pero ya me he perdido más de una vez en esa selva de organismos, directivas y gentes que van y vienen (gratis) y prefiero no perder el tiempo.

Por eso, como no me aclaro, agradezco a los partidos que circunscribieran la campaña a Zapatero malo y lo mismo le digo, caballero. Así tendremos el domingo algún elemento de juicio cuando los partidos se proclamen todos ganadores. Además, contamos con la certeza anticipada de lo que dirán. Así, de vencer el PP y de acuerdo con la holgura de su triunfo, pedirá Rajoy con mayor o menor rotundidad y desenfado que Zapatero se mande a mudar y ganará una prórroga en la presidencia del PP. Si pierde o empata, le quedará la opción de que sus correspondientes en los restantes países de la UE obtengan mejores resultados y mantengan el tinte conservador hoy predominante. El PP está convencido de que ganará a escala continental.

Zapatero hablará, caso de perder, de no extrapolar los resultados a la situación interior por aquello de que una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas. De ganar dirá que quedó claro que lo que no puede ser, además de no poder ser, es imposible. En honor a la verdad, tanto en caso de empate o de quema de cualquiera de los dos, tienen los psocialistas más capacidad de maniobra porque Rajoy lo ha apostado todo a una carta en un juego que, como en las siete y media, o no llegas o te pasas.

De cualquier forma, el grado de abstención será determinante de los análisis aunque no sé si significativo respecto a la guerra que se traen éstos.

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