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¿La Fortaleza como (futuro) Parque Arqueológico? Por un modelo con sentido

Trabajos arqueológicos en La Fortaleza.

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Desde hace poco más de siete años llevamos gestionando para el Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana, el ahora reconocido por el Consejo Internacional de Museos (ICOM), como Museo de La Fortaleza. El crecimiento y consolidación de este proyecto se debe a la apuesta decidida de la corporación municipal, así como al empuje continuado del Cabildo de Gran Canaria en lo que a las intervenciones arqueológicas en el yacimento se refiere. Este esfuerzo incesante y conjunto, en el que también ha participado la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, ha supuesto la creación de un modelo de gestión, que debería culminar, con la creación del Parque Arqueológico de La Fortaleza.

Sin embargo, debemos preguntarnos primero qué es un Parque Arqueológico: ¿Un espacio acotado donde el pasado está congelado? ¿Un lugar donde encontramos restos materiales de las sociedades que nos precedieron? ¿Un sitio para nosotros o para el turista? ¿Un lugar de diversión y entretenimiento o un lugar para que los colegios realicen una clase a cielo abierto? La ley 11/2019, de 25 de abril, de Patrimonio Cultural de Canarias tampoco lo aclara y es que falta aún hoy, buscar y ahondar en su significado y en las posibles formas de funcionamiento. Quizás este se pueda definir como un espacio histórico concreto, conformado por una realidad material pretérita que se vincula de forma clara al medio que lo acoge y ayuda a su reconocimiento y entendimiento. Para ello este lugar se acondiciona para su visita, a través de cierta infraestructura, con una gestión que permite su protección y la difusión de sus valores. Esta definición mínima que encontramos en todos los manuales de patrimonio arqueológico parece, además de exigua, muy justa. Sobre todo, si tenemos en cuenta la diversidad de casos que nos podemos encontrar solo en Gran Canaria, donde disponemos de variados y diferentes tipos de yacimientos y puestas en valor de este Patrimonio.

En este sentido, Gran Canaria es la isla del archipiélago canario con el mayor número de yacimientos visitables, siendo conscientes que reunimos bajo este concepto todos aquellos espacios que tienen una mínima infraestructura que permita tanto el acceso físico como intelectual del mismo. Evidentemente, no es lo mismo tener un yacimiento visitable que un Parque Arqueológico. Las actuaciones pioneras en Cuatro Puertas (Telde) y Cueva Pintada (Gáldar), allá por lo años 50, permitieron por primera vez el acercamiento del público a estos lugares. Más tarde, y gracias en la mayoría de las ocasiones, al esfuerzo del Cabildo Insular, se unieron otros, que con diferentes rangos de prestaciones podemos contabilizar en casi una veintena de espacios, sin contar con la declaración de Patrimonio de la Humanidad de una parte de la isla.

Celso Martín de Guzmán, a finales de los años ochenta del pasado siglo, participó de los debates existentes por aquel entonces sobre la puesta en valor de los yacimientos arqueológicos, y su influencia se dejó notar en la isla. No solo en la puesta en marcha del proyecto de Cueva Pintada, sino en aquellos que le siguieron (Proyecto Parqueológica Norte) con la idea de crear una red de espacios arqueológicos visitables. Esta idea se vinculaba inicialmente al turismo, viendo en aquel sector la justificación tanto de la inversión como del retorno de la misma. Sin embargo, el éxito de esta propuesta, hoy en día, es más que cuestionable, a excepción de Cueva Pintada. A poco que revisemos la gestión del resto de los espacios trabajados en aquel entonces, podríamos concluir que son deficitarios, sin apenas repercusión en la vida cultural, educativa y comunitaria.

Quizás se minusvaloró la importancia de la gestión, se apostó todo al turismo y a un supuesto interés innato de los visitantes por un patrimonio que pensábamos que a sus ojos sería considerado exótico e interesante; el valor de la ruina per se, se calcularon dividendos casi millonarios, permitiendo incluso el mantenimiento de yacimientos “menos interesantes”; las cuentas de la lechera. Estos espacios arqueológicos poco dotados, con algunas campañas de excavación que permitieron su apertura y adaptación y en su mayoría propiedad de las administraciones locales han quedado como meros escaparates patrimoniales. Esta situación ha generado un presente histórico continúo precarizado, mostrando un supuesto pasado cerrado y pluscuamperfecto, pero con un futuro, en la gestión, altamente imperfecto.

Esa atomización municipal de la gestión ha socavado también el sentido de red inicialmente propuesto. No existe un discurso integrador entre los diferentes espacios, tampoco ha permeado la investigación reciente en los yacimientos gestionados, manteniéndose discursos en muchos ya caducos y eminentemente descriptivos.

Quizás sea el momento de probar otros modelos de gestión, dejando atrás la idea Wickelmaniana de la ruina como intrínsecamente bella, y plantear el concepto de Parque Arqueológico como un sinónimo de monumento, es decir, de un espacio para el recuerdo, de una memoria que recreamos desde el presente. Y esto solo se puede realizar desde la recuperación del sentido “original” del propio lugar, es decir, de la investigación y de su divulgación. De no ser así, corremos el riesgo de que el visitante, sea local o turista, se encuentre ante un no-lugar, un espacio donde solo estamos de tránsito, sin que se generen relaciones e interacciones significativas y donde la personas (ni las actuales ni las pasadas) tengan un papel clave y donde los discursos sean intercambiables, de tal forma, que podríamos aprender y conocer lo mismo visitando La Fortaleza que el parque temático “Mundo aborigen”.

Debemos alejarnos pues de la idea monolítica de crear parques arqueológicos para y por el turismo. Quizás sería más pertinente revisar la Agenda 2030, donde si bien el Patrimonio Cultural se encuentra diluido entres sus diecisiete objetivos, el trabajo y la creación, mantenimiento y difusión de estos espacios, con la mejora de la vida, presente y futura, no solo del yacimiento y del medio ambiente donde se encuentra, sino de la población local, de nuestra comunidad. Idea tampoco novedosa, ya que desde los años ochenta se planteaba este tipo de propuesta, convertidos en la actualidad en un soniquete que todo el mundo conoce, pero nadie atiende. Quizás es hora de proponer otros enfoques, yendo más allá del dato descriptivo, vinculando aquellos yacimientos a una forma de ver el mundo y relacionarse de las sociedades aborígenes, vinculando nuestro presente al pasado a través de la reutilización y resignificación de espacios que con un sentido propio se tornaron en paisajes, a través de la acción y el pensamiento de la comunidad.

Con todos estos antecedentes y conociendo de primera mano la realidad arqueológica insular, creemos que la apuesta realizada desde el Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana por la puesta en valor y la transformación del yacimiento de La Fortaleza en Parque Arqueológico debe asentarse, pues, en cuatro programas de trabajo esenciales: la investigación del lugar, la conservación del espacio, la difusión y divulgación de su valores y la creación de una línea de gestión activa y experiencial, que vaya más allá de los discursos patrimoniales académicos. Y teniendo siempre como horizonte de trabajo la comunidad, y no nos referimos al entorno inmediato, sino a la isla en primera instancia, así como al propio Archipiélago. Los turistas vendrán ¡claro que vendrán! Y no debemos renunciar a ellos, pero ofreciéndoles siempre un producto de calidad, donde lo ofertado tenga, para el caso de La Fortaleza, un discurso unívoco, propio, identitario, integrador y de defensa del Patrimonio como materialización del pasado.

Es todavía muy temprano para saber si este planteamiento, de un modelo de Parque Arqueológico basado en la identidad, en la propia Historia Indígena, mostrando la propia Caldera de Tirajana como un lugar histórico y un paisaje humano triunfará, ante la idea más sencilla de crear un producto de consumo rápido y fácilmente digerible. Solo el tiempo y el trabajo solidario de todas las administraciones podrá darnos la razón.

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