Espacio de opinión de Canarias Ahora
Iconoclastia
Gente de mal
Muy mal tiene que estar la ultraderecha en España como para designar a un anciano ex comunista aspirante a la Presidencia del Gobierno en la moción de censura que Vox ha anunciado que presentará el lunes.
Abascal no debe fiarse de los suyos y en una estrategia un tanto alocada, agraz y asilvestrada ha designado a Ramón Tamames como su candidato a la presidencia del Gobierno de España si la moción de censura prospera, algo que no va a ocurrir porque ya el primer partido de la oposición ha adelantado que no la apoyará.
La ultraderecha, tras la salida de Macarena Olona y otros problemillas internos, entiende que debe montar un paripé para volver a ser protagonista de la política nacional. Para ello no se le ha ocurrido otra cosa que convencer a un hombre de 89 años para que ponga a parir a Pedro Sánchez desde la tribuna del Congreso cuando se fije la sesión de la moción de censura.
Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox en el Parlamento, ha dicho que merece la pena que los españoles escuchen a una persona mayor, en referencia al propio Tamames. Los españoles no tienen que escuchar a una persona mayor por el solo hecho de serlo. Hay muchos mayores que dicen estupideces y jóvenes que profieren ideas inteligentes. Como decía Alfonso Guerra, el que es idiota a los veinte también lo es a los ochenta.
Lo único que da la edad es experiencia y supuestamente más sabiduría pero no necesariamente la razón. La sabiduría no es por ser más inteligente sino producto de los años. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Parece que para esta ocasión Abascal se ha olvidado de Paracuellos del Jarama y de la responsabilidad de los comunistas en ese episodio trágico de la guerra civil. Tamames fue durante mucho tiempo un dirigente del Partido Comunista de España, en el que permaneció veinticinco años tanto en la dictadura como en la transición democrática, cuando lo dirigía Santiago Carrillo, al que la derecha (y no solo la ultra) responsabiliza de la muerte masiva de prisioneros del bando nacional en plena guerra civil.
Es verdad que Ramón Tamames dejó atrás hace años el comunismo militante para pasarse al Centro Democrático y Social de Adolfo Suárez, aunque en ese partido duró muy poco. Ahora, en plena senectud, parece que se siente cómodo en la ultraderecha española a pesar de haber sido el segundo de Tierno Galván en el Ayuntamiento de Madrid con aquel pacto histórico entre socialistas y comunistas. Él sabrá, qué edad tiene para eso.
El propio líder de la oposición recomendó a Tamames que no se prestara a las estrategias extravagantes de Vox pero al parecer el afán de protagonismo del anciano economista le ha podido más que la lógica y el sentido común.
Alberto Núñez Feijóo dijo esta semana en el Senado a Pedro Sánchez que no siguiera molestando a la gente de bien en referencia a la ley trans. No sabemos realmente a qué se refiere el presidente del PP cuando habla de gente de bien. Sabíamos que la derecha se llamaba a sí misma gente de orden pero es una petulancia gratuita denominarse gente de bien.
Es posible que para Feijóo gente de bien sea su amigo narcotraficante con el que paseaba en su yate por la costa gallega o los grandes empresarios españoles de las compañías eléctricas o gasísticas o incluso los banqueros mejor pagados del país.
Para Feijóo no debe ser gente de bien aquella que ha beneficiado el Gobierno de España en esta legislatura con leyes que han intentado ampliar derechos sociales, laborales y económicos. Toda esa legión de trabajadores españoles beneficiados por la reforma laboral no debe ser gente de bien para Feijóo. Ni las mujeres maltratadas ni los viajeros del transporte público ni los transexuales porque su partido votaba sistemáticamente en contra de esas propuestas legislativas.
La gente de bien es para él la gente con pasta o los de misa dominical de doce. La gente de bien es para él la que ocupa grandes butacones y poltronas en los tradicionales poderes fácticos, la que se enriquece indebidamente a costa de sus compatriotas.
Feijóo quiere estar por encima del bien y del mal pero no sabe distinguir entre gente de bien y gente de mal. Y eso que a esta última la tiene muy cerca.
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