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El habla y la política

José H. Chela / José H. Chela

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Está bien eso de exhibir nuestras singularidades lingüísticas en la cámara legislativa para que se sepa que también en ese aspecto tenemos señas de identidad y tal. Lo extraño es que Rivero se considerase obligado a explicar al candidato socialista a la presidencia de esta Comunidad el significado de la expresión. No creo que lo necesitase, porque el propio ministro habrá empleado en infinidad de ocasiones ese dicho y hasta lo habrá cantado, con la música que le puso Braulio, porque López Aguilar es parrandero, melómano y muy aficionado a la guitarra, instrumento que, según me cuentan, domina más que aceptablemente. Lo que pasa es que los coalicioneros quieren vender a los electores la moto de que Juan Fernando, aunque nacido en el Archipiélago, ni se interesa por las Islas ni ama nuestras tradiciones ni sabe nada de las realidades insulares. Que es un desarraigado, vamos. La explicación innecesaria de Paulino sobre el “mándese a mudar” iba en esa dirección y abundaba en ese propósito. Pero, a la hora de la verdad –y volviendo a lo que iba- lo cierto es que los políticos canarios, incluso en nuestro mismo parlamento regional, utilizan muy poco el habla de los isleños del común y algunos hasta por mimetismo con sus líderes nacionales olvidan nuestras mejores peculiaridades en lo que a pronunciación se refiere y dicen “Estao” por ejemplo, en lugar de Estado. Ocurre mucho. Recuerdo ahora a un destacado hombre público, consejero que fue de algún Gobierno autónomo, nacionalista él, pero natural de una ciudad castellana al que, en determinada oportunidad y en medio de un tenderete le oí cantar un tema muy entrañable y festivo de esta guisa: De belingo nos vamos pal monteEn piragua, en piragua… Un par de días después, en una cafetería donde nos encontramos casualmente, tuve a bien informar al personaje acerca de lo que habían sido, en estos terruños, los coches pirata. Y se quedó el hombre de lo más asombrado. Ya digo que a uno le parecería estupendo que nuestras frases coloquiales y los tantos canarismos entrañables que se están perdiendo tuviesen más presencia en los debates y en los discursos de nuestros políticos, porque sería una manera de contribuir a conservar lo que la Real Academia llama “el tesoro lexicográfico del español en Canarias”. Pero, me temo que muchos de nuestros prohombres continúan creyendo que un tortolín es un habitante de Tortolia.

José H. Chela

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