¡Hagan juego, señores, hagan juego!

Lejos de aportar soluciones restrictivas a los estímulos ludopáticos, lo que hacen los padres de la patria, los paladines de la moral social, es legislar para controlar aún más los “fondos de la vergüenza” que aportan los más de quinientos mil jugadores de bingos, tragaperras y casinos principalmente, que generan treinta y dos mil millones de euros y cuyo veinte por ciento impositivo que el estado recibe, no parece que en principio se destine a prestaciones sociales.

No deja de ser paradójico que el dinero de los desgraciados, repercuta entre otras cosas para ayudar a otros desgraciados en el mejor de los casos, o en el peor, para malgastarlo en caprichos políticos.

Así las cosas, está por ver ahora que el tributo sobre el juego ,cuyos beneficios irán casi íntegramente a las comunidades autónomas se utilice en función de las necesidades sociales, como por ejemplo en la lucha contra las adicciones sociodestructivas por lo menos, para no ser hipócrita, en fondos para la ley de dependencia o en educación.

Pedir que los bingos-legales o ilegales- se vuelvan a convertir en cines o espacios culturales alternativos, sería como intentar convertir el agua en vino. ¡Viva el vino! .Que un partido político proponga eliminar las tragaperras, una provocación; que haya un control sobre el juego virtual o se eduque sobre los usos de internet, una utopía. A lo mejor, interesa que la ciudadanía esté embobada, alienada o haciendo cursos de crecimiento personal y energía positiva, como cuando nos ponían las pelis de Marisol o Joselito para endulzar la cruda realidad, pero pagando.

Kiko García