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Iconoclastia: Iglesias tiene razón

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El vicepresidente segundo del Gobierno de España ha hecho unas declaraciones en las que considera que hay que naturalizar y normalizar las críticas a los periodistas en una democracia. 

Tiene toda la razón pero aún así los perros de presa de la profesión y de la oposición le han saltado a la yugular. De hecho, para atacarlo han tergiversado sus palabras haciendo ver que el atacante ha sido Pablo Iglesias cuando lo único que ha dicho es una verdad como un templo: en democracia hay que normalizar y naturalizar la crítica. 

Iglesias añadió que desgraciadamente los insultos se están generalizando (no hay más que echar un vistazo a las redes sociales, sobre todo en Twitter) pero que ante ellos a los ofendidos solo les queda acudir a los tribunales. 

Él lo ha hecho en múltiples ocasiones y esta semana mismo el Tribunal Supremo ha confirmado una condena al pseudoperiodista y eurodiputado ultra de Vox Hermann Tertsch por injuriarlo y mentir sobre su abuelo. 

El vicepresidente aclaró que él es el primero que está contra los insultos. Es algo que tiene sentido porque posiblemente hoy sea, junto a Pedro Sánchez, el político más vilipendiado e insultado por las turbas reaccionarias de la carcundia. 

Pablo Iglesias sabe mucho de eso porque ha vivido y sufrido en su propia carne una cantidad de improperios, ofensas e insultos, cada cual más grosero, soez y obsceno. 

Sin embargo, aunque los ha sabido fajar con mucha cintura, ello no le obliga a poner la otra mejilla y está en todo su derecho de criticar las actuaciones de algunos periodistas, exactamente igual que los periodistas tienen todo el derecho a criticarlo.

Decir que el vicepresidente segundo del Gobierno de España ataca a la prensa en general es una sandez que solo pueden proferir y sostener con soberbia algunos miembros de la caverna mediática y política. 

Criticar a un periodista no es atacar a la prensa, igual que criticar a un gobernante no es atacar a la política en general. Desgraciadamente en la profesión periodística hay excesivo corporativismo y muchos tienen la piel demasiado fina para no asumir críticas o ni siquiera hacer autocríticas.           

Pablo Iglesias no ha atacado a la libertad de expresión sino todo lo contrario: ha hecho que esta prevalezca. Él mismo la ha probado por activa y por pasiva. Pero la libertad de expresión no es unilateral sino de ida y vuelta. El vicepresidente no se la quiere quitar a los periodistas pero los periodistas tampoco se la podemos hurtar a los políticos. Las reglas del juego son para todos. 

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