Espacio de opinión de Canarias Ahora
Juan Fernando, o mejor, otro Juan Fernando por S. Cumas
Todavía conservo en el paladar la dulce ilusión, que compartí con muchos (no con todos), por la llegada del “mirlo blanco”, quien nos pareció que podría liberar, y seguro que lo haría para siempre, al socialismo canario y, por extensión, a Canarias, de las intrigas de pasillo y cafetín, del círculo cerrado e impenetrable de los mediocres, de los “amiguismos”, del posibilismo pactista interesado. Pensamos que había llegado ya, por fin, aquél que blandía la espada de la honestidad en una mano y sostenía la escoba milagrosa en la otra.
Pero, atención, “el miedo, la ira, el odio, la agresividad, el lado oscuro ellos son y cuando empiezas a entrar, para siempre dominará tu destino” (Yoda dixit, en medio de la otra gran guerra galáctica, algo más lejana), elementos, todos ellos, abundantes y frecuentes en la política canaria ?no importa el color de las siglas- que terminaron por acelerar la transformación de Juan Fernando López Aguilar hacia la resignación y, finalmente, el abandono.
Ahora, él pretende vestirse de superhéroe mitológico, con cabeza de parlamentario paladín de la gran Europa unida y garante de su ultraperificidad (en lo que a nosotros nos toca y podría interesar más de ello) y con cuerpo de Secretario General de los socialistas canarios, intención que resultará efímera, sin duda, y que es triste justificación de lo injustificable: su marcha, cada vez más lejos y a más altas empresas, porque Canarias nunca le fue suficiente. “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio” (gracias, Serrat).
Llegados a este punto, se abre de nuevo la veda y reaparecen aquéllos siempre emboscados en los recodos del sinuoso camino, al asalto del poder y la influencia, quienes parecían resignados y solo estaban superados por el vendaval del “ex-Ministro de Justicia” cuando dijo verdades que todos sabíamos pero que nunca oímos, cuando definió a muchos, cuando colocó en su sitio a más de uno y cuando nos hizo creer que podíamos. “Podemos”, nos dijo?, y pasamos de cuartos.
Ahora, Juan Fernando espera su ansiado avión a Estrasburgo y cuando él ya navegue, superando más esclusas, por el “anillo” que moja los cimientos del Parlamento de Europa, nosotros continuaremos aguantando aquí a los mediocres jugadores de Segunda (B), a los de fuera del PSC (quienes, avalados en el permanente pacto, seguirán con sus marranadas, con revuelcos en la subvención, el concurso digitalizado, la horterada y la mediocridad), pero también los de dentro del PSC (esos mismos ocho o nueve cuya alineación todos saben y recitan de memoria porque siempre están, siempre, en busca del pacto para caer bien a quienes les aceptan sumisamente el derecho a repartir, para seguir colocados en algo que influya o lo parezca y, así, miga a miga, seguir medrando, o simplemente sobreviviendo bien), de esa manera, con todos ellos, nos quedaremos con esa sensación de “déjà-vu” que ya empieza a afectar a la salud democrática de los partidos, cualesquiera, y, lo que es peor, de la sociedad canaria, frustrada y hastiada espectadora del esperpento, cuyos ciudadanos volverán a ser votantes reiterativos, por inercia más que convicción, cada vez con menos ilusión y fe, camino de la aburrida abstención. Y más, los simpatizantes socialistas, que recuperarán sensaciones amargas de derrota.
No puede esperarse de alguien lo que nunca estuvo dispuesto a hacer. Tampoco de Juan Fernando. Sin embargo, él nos llamó a la ilusión cuando, fuerte y alta, agarró el asta de su disciplinado y forzoso liderazgo y nos llegó a convencer que llegarían nuevos tiempos y que éstos serían realmente buenos y distintos. ¿Cómo lo hizo? ¿Con qué experta magia de la palabra nos atrajo tras él? La oratoria, la retórica, son sus únicas virtudes, dicen ahora quienes aquí no lo quieren, para alentar más su marcha hacia el alto foro continental, con la pretensión del camino nuevamente libre aquí para el conchabo. ¡Cómo lo sabemos quienes quedamos en el desesperante “Paulinato”, cuando encima nos sentimos inermes, con ese déjà-vu que ya empieza a consumirnos en el letargo, tras acabarse el último gramo de la reciente ilusión!
Y esto nos lleva al principio. No existe alternativa mejor a Juan Fernando que él mismo. No existirá nadie capaz de movilizar como él lo hizo hace menos de un año. Al menos, no se ve llegar a nadie así, ni se adivina su presencia tras la colina lejana. Pero, claro, el problema es que ya no existe aquel Juan Fernando que nos despertó.
El de hoy está cansado, mustio y deprimido por la realidad de una política conscientemente marrullera (también fuera del partido, por si alguien creía que hablábamos solo de los “adversarios” socialistas). El Juan Fernando de antes, el de hace tan solo un año, hubiera reconocido a cuanto “statu quo”, de dentro y de fuera, se enfrentara al proyecto que conviene y, pasando sobre ellos, habría vencido, para recuperar la decencia perdida, dentro y fuera, y superado cuantas barreras electorales se le hubieran puesto delante.
¿Contagio de los mediocres que le circundan?, probablemente. Pero no debería Juan Fernando caer asimismo en la mediocridad con el recurso al tópico “si alguien lo puede hacer mejor que venga y lo haga” porque es un insulto a la inteligencia de todos los fervorosos que, creyendo en él y en sus promesas de larga continuidad al timón, metimos en la urna, por dos veces, la papeleta que él encabezaba. Porque Juan Fernando sabe, como todos nosotros, que en el Partido Socialista Canario, hoy y por mucho tiempo, nadie podría hacerlo mejor que él mismo, como cuando, desde aquel primer día, se mesó el flequillo y nos convenció a todos: “Podemos”, nos repetía.
Y pudimos. O íbamos pudiendo bastante, mucho más que las más optimistas previsiones, hasta que Juan Fernando se mutó pronto, demasiado pronto, en ineficaz imán, porque le pudo el desprecio, y tal vez el miedo, por lo que juzgó como política de segunda división (B). Y la bandera se está arriando, la espada sigue en su mano, pero ya relajada, en el descanso displicente previo a nuevas y distintas batallas que le atraen. Y la escoba abandonada en un rincón, nadie sabe si era realmente milagrosa, porque nunca llegó a usarla, al menos con los enemigos del cambio, a los que, como buenos y experimentados “fouchés”, nunca les descubrió como tales.
Al que parecía político perfecto le falta la virtud que daría mayor validez a todas las muchas que atesora. Su inteligencia, su capacidad de trabajo, su sentido de la responsabilidad y su valentía en defensa de sus admirados principios, quedarían aún más en aprecio si se le notase algo de humildad y, en consecuencia, menos egolatría, incluso cuando, en parte, ésta pueda parecer comprensible por su tendencia al éxito merecido. Pero esa humildad también le hubiera servido para adaptarse a jugar, una sola temporada tal vez, con el mismo tesón que en la Champion League europea que ahora le llama, en el equipo de Segunda de su tierra, para liderarlo hacia el ascenso a la Primera División. Necesario ascenso, como compartimos todos, incluso él.
En fin, que la alternativa de Juan Fernando al frente del PSC es el propio Juan Fernando, si se diera en él una nueva mutación, ahora para convertirse en uno de aquellos poderosos animales mitológicos que sorprendentemente mezclaban anatomías de otros para conformar la propia que les definía, con mucha magia, fuerza y poder, y con afán justiciero. En fin, un animal político, temible para los indecentes y para los mediocres del “statu quo” (de dentro y de fuera), con cuerpo de Juan Fernando, pero con cabeza de Juan Fernando? pero de otro Juan Fernando distinto.
Can Cerbero: Según la mitología griega, perro monstruoso de mordedura venenosa, hijo de Tifón y Equidna, que guardaba las puertas del Hades. Según dice Hesiodo, tenia cincuenta cabezas, si bien la mayoría de las tradiciones le cuentan solo tres, tenia una cola de serpiente y muchas mas serpientes que le nacían del lomo. Su misión consistía en la de impedir la salida de los muertos y la entrada de los vivos. Sin embargo, la sibila de Cumas, guía de Enbeas en su bajada a los infiernos, consiguió dormirlo dándole una especie de pastel, y Orfeo lo amansó con la música de su lira. Heracles lucho contra él y lo venció llevándolo ante Euristeo, como le había sido ordenado por éste.
S. Cumas
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