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Las maneras de Luzardo
Junto a esto, la referencia de Álvarez a que el coste final de la obra superó lo previsto, invitando a Luzardo (retándola diría yo) a explicar la razón de la diferencia. Lo que es pedirle peras al olmo porque la doctrina del PP soriano en materia de explicaciones es dar las menos o ninguna. Marca de la casa. La reapertura del Pérez Galdós, remozado y espléndidamente equipado al decir de los conocedores, la empañó la torpeza política y la grosería de Luzardo. La primera se le podría perdonar, pues nadie debe culpa por carecer de lo que la Naturaleza no le dio; pero no la segunda, la grosería, porque Luzardo representa a todos los ciudadanos, a los que la votan y a los que quieren botarla. Estuvo torpe y grosera. Torpe al ponerse tan en evidencia que invita a recordarle el corte de mangas que le hiciera Álvarez Cascos. Pero como la torpeza es personal e intransferible, me centraré en la grosería. Ya puede decir misa el encargado de protocolo municipal porque grosería fue que Luzardo no saliera a recibir al presidente del Gobierno, Adán Martín, y a la ministra Álvarez. Lo miren por donde lo miren, su actitud responde a la mentalidad que llevó a Soria a elevarse sobre seis escalones mayestáticos. Nadie niega a Luzardo que le correspondiera presidir el acto ni el protagonismo de un logro que no desmerecen las ayudas percibidas, aunque sin ellas no hubiera sido posible la fiesta. Lamentable que la felicitación merecida la condicione su feo comportamiento. Porque, guste o no, Adán es la primera autoridad de las Islas y Álvarez representaba al Gobierno central. Está en su derecho Luzardo a opinar lo que quiera del uno y de la otra, pero era su obligación a mostrarse educada en nombre nuestro como representante de la ciudad. No es la primera vez que ocurre. Sólo que en esta ocasión fue en un acto de la mayor relevancia ciudadana. No supo (no sabe) la alcaldesa ponerse a la altura de las circunstancias.Que nos alegremos de tener de nuevo el teatro y reconozcamos los méritos de Luzardo no impide ver lo que está mal. Los nervios preelectorales no la justifican ya que precisamente en estos trances demuestra el político si sabe de verdad que una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas; lo que nos permite para discernir si tiene cerebro o si ocupa su lugar una castaña. Iba a decir nuez pero ésta tiene demasiadas rugosidades y entresijos para el caso que nos ocupa.
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