Espacio de opinión de Canarias Ahora
Mariano de Elejabeitia, 'in memoriam'
Había que ver la expresiva faz, de regocijada satisfacción, cuando el benévolo protector de los artistas canarios -o de cualquier otro lugar-, se hacía con una de las obras que satisfacían su deleite estético. Se marchaba con ella, como un feliz infante que había alcanzado su preciada prenda. La complacencia remozaba en aquel rostro de canario-vasco, que poseía un cierto color rosáceo en las mejillas, generalmente, y más aún, cuando la alegría le desbordaba en total contentura, marchando, con la pieza bajo el brazo, loco de contento. Y con ese mismo ardor la mostraba, lleno de gozo y bondad, a todos los amigos en su casa.
Mariano de Elejabeitia Goyarzum, era hombre de formaciones varias: Abogado, Economista y Perito Mercantil. Pero sobre todo un buen hombre y mejor padre de familia. Con una recia personalidad en el actuar y en sus atuendos (sencillo, adusto y muy elegante), que inspiraba rectitud, admiración y respeto. Y esta frase no es el cumplimentado y generoso decir para el amigo que nos ha dejado. Atendió laboriosamente su despacho, de la calle Doctor Chil, hasta años después de su jubiloso merecimiento laboral. Allí acudía todos los días, para dar el pericial consejo, del experto curtido en la brega de mil batallas de leguleyo. Pero, al margen de su profesión, a la que entregó la vida vocacionalmente, fue un devoto del arte, la que fuera la segunda de sus pasiones (o quizás la primera). Y pudo hacer realidad, con su filantropía, el mecenazgo de los artistas y un ejemplo de amor por la cultura plástica, asistiendo asiduamente a las salas de arte y galerías, en la busca de sosiego espiritual, con la contemplación y fruición con los hálitos y mensajes contenidos en las obras de arte.
A Mariano, la última vez que lo encontré, con el saludo afectuoso dado entrambos, por la calle de Triana, me comunicó que aún seguía, cuasi milagrosamente con vida, después de soportar una dura estocada sobre su salud. A lo mejor fuera, los efectos de una herida sufrida, anteriormente, con el fallecimiento de su esposa. Quizá partió Mariano, porque estaba enganchado a la vida, de quien fuera su otra vida, Mary Urriza, que fuera su compañera durante tantos años de luchas en sus existencias compartidas. Por ello, parecía tener prisa en la partida, porque estaba adherido al alma de su esposa Mary, quien le esperaba en alguna estrella de la infinitud.
Mariano fuiste un hombre de ejemplo vivo y constante. De los hombres buenos y trabajadores, que aman y respetan a los demás. Y asimismo son agraciados con los mismos dones que departiste. De aquellos que hacen que la vida entre tus congéneres, con los que te relacionaste, fuera vivible y mereciera vivirse a tu lado, con el afecto debido y recíprocamente recibido. Por siempre tu familia (con su permiso), los amigos y el arte canario, te quedará en agradecimientos impagados, en la paz del recuerdo, a la excelsa persona que fueras.
Teo Mesa
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