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Marketing político

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Ahora todo, en campañas electorales, es mediático, y dominado por el look electoral norteamericano, habiendo caído bastante la participación ciudadana en mítines; en Canarias también, salvo que haya guagua gratis, paseo en barco por las aguas archipelágicas, o Coca Cola y bocadillo de mortadela. Estos actos, además, están pensados más que para los indecisos o para los medios de comunicación, para los propios afiliados; más que debatir propuestas que convenzan, buscan afianzar sus puntos fuertes. Se buscan propuestas estrella, muy pocas, propuestas que pueda vender el candidato o candidata, sin que generalmente importe que luego se cumplan o no se cumplan. Además, en las elecciones autonómicas y municipales, que ya pronto tocan, los programas se convierten en más o menos demagógicos, en más o menos utilitaristas, atendiendo al grado de posibilidades de gobierno que se tengan.

Los partidos que gobiernan y que quieren seguir haciéndolo, suelen elaborar propuestas más conservadoras y les es mas fácil hacerlas con base, pues cuentan con la información y con el poder; la oposición lo tiene peor en lo que respecta a la información, pero mejor porque el papel lo aguanta todo y no se les puede preguntar por qué no han hecho lo propuesto en las anteriores elecciones, ya que no estaban gobernando. Además, la falta de cualquier posibilidad de ser gobierno suele propiciar programas demagógicos. Por eso, y desde un punto de vista de la Ciencia Política, que cada vez es más política y menos ciencia, interesa más el comité de campaña en los engranajes partidistas, que la campaña en sí. Sobre todo si hablamos de los tres partidos electoralmente dominantes en Canarias: Coalición Canaria, Partido Popular y, también, el PSOE.

Es ahí, en el día a día interno partidista, en donde dentro de no mucho tiempo se cogerá la sartén por el mango, se sabrá quién es quién, y se marcará la foto que destinará el futuro de los políticos canarios entre 2011 y 2015. Y todo ello mediante procesos discutiblemente democráticos. El funcionamiento democrático de los partidos políticos tiene en sus comités electorales un serio cuestionamiento. Auténticos cotos cerrados, responden a intereses internos alejados de principios democráticos (véanse las tensiones de las primarias socialistas canarias, o los procesos de Coalición Canaria y el PP, que caen en la renovación de la nada); Coalición Canaria que, igualmente, cae en presuntas ocasiones en indiciarias conductas endogámicas y nepóticas.

Señala el artículo sexto de la Constitución española que “Los partidos políticos expresan el pluralismo político? Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”. En Canarias se está aún muy lejos de ello, porque el poder corrompe, como señaló Hobbes. Desde sus tiempos poco ha cambiado.

La lógica legitimadora que se aplica al sistema democrático desde una perspectiva electoral debería aplicarse también a los asuntos internos de las organizaciones partidistas. Y el objetivo de la democracia partidista es que los militantes tuviesen el derecho a elegir. A través de las elecciones internas, seleccionarían a sus dirigentes políticos. Pero la realidad canaria es muy distinta al deber ser.

José Carlos Gil Marín

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