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Mohamed El Baradei y la guerra
Washington patrocinó a El Baradei cuando Hans Blix renunció en 1997 a la jefatura de la OIEA, organismo de la ONU encargado de luchar por el control de las armas nucleares y en contra de su proliferación. Fue reelegido en 2001. Los enfrentamientos surgieron porque los inspectores de la ONU no hallaron en Irak pruebas de armas de destrucción masiva ni demostración alguna de que Sadam Husein reactivara su programa nuclear, restándole así cualquier legitimidad a un ataque. A partir del 3 de marzo de 2003, El Baradei se convirtió sin querer en un enemigo declarado de Bush. Aquel día, este diplomático egipcio destruyó la prueba principal esgrimida por los partidarios de la guerra, al demostrar que las cartas sobre la compra de uranio a Níger, supuestamente efectuadas por el régimen de Bagdad, era una torpe falsificación.
Tampoco gustó a Washington la solicitud de El Baradei a Israel para que firmara el Tratado de No Proliferación y aceptara la inspección de su arsenal nuclear o su insistencia en el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio. El embajador estadounidense ante la ONU, John Bolton, intentó sacar al egipcio de la OIEA sin el menor éxito. En 2005 fue reelegido y tanto él como su organización obtuvieron el Nobel de la Paz. El Comité del Nobel pidió no sólo evitar el crecimiento del armamento nuclear en el mundo sino su prohibición, lo que daba autoridad a El Baradei y a su gestión, muy difícil desde entonces de cuestionar públicamente, al tiempo que la independencia del diplomático constituía una garantía relativa para evitar lo que ya aparecía en el horizonte: los preparativos para la nueva aventura militar contra Irán con tantas pruebas como en el caso iraquí. Ninguna.
“No veo más solución que la diplomacia y las inspecciones”, declaró El Baradei a la CNN“. Y añadió: ”Ahora mismo no tengo ninguna prueba concreta sobre el desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. Si alguien posee alguna debe entregárnosla“. Solicitó mesura a Estados Unidos. Después de lo sucedido con Irak, ”tengo autoridad para pedir que me escuchen. Esta gente nos tiene que oír“. En cuanto al reciente ataque de Ehud Olmert contra una supuesta instalación nuclear siria, que finalmente resultó un simple edificio militar, el jefe de la OIEA dijo que bombardear primero y preguntar después no es solución para ningún problema.
Sorprende que Mohamed El Baradei siga resistiendo las presiones estadounidenses. Asusta el silencio cómplice de la diplomacia europea, incluida la española. Como si negarse a emplazar a Estados Unidos (para que renuncie a una guerra unilateral contra Irán) significara una forma eficaz de disuadir a los neoconservadores estadounidenses cuando ponen en juego sus intereses estratégicos. La condena unánime de los preparativos militares estadounidenses, tras los desastres provocados en la región, representa una aportación a la paz. Guardar silencio es una forma inaceptable de complicidad con la guerra.
Rafael Morales
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