Espacio de opinión de Canarias Ahora
Moribundos
- Moribundo, oigan. Lo que pasa es que la situación de moribundia o moribundez, según los enfermos y la enfermedad, puede prolongarse un buen tiempito, quién sabe. Hay moribundos que son muy suyos y que les cuesta cantidad pegar el salto definitivo al otro barrio. Es el caso de Pinochet, que se anda muriendo el hombre desde hace la tira, pero que no fenece verdaderamente ni de coña. A los chilenos suspicaces les mosquea cantidad el hecho de que a don Augusto le dé el telele y se ponga en plan cadáver inminente cada vez que ha de enfrentarse a graves citas judiciales. En esta ocasión hasta le dan la extremaunción y todo. Pero, luego, al par de días de un infarto tremendo y de una intervención quirúrgica desesperada, el general se encuentra estupendamente o casi-, se alimenta por sí mismo, charla con las visitas y hasta pasea por los pasillos del hospital. Parece milagroso. Y quizás lo sea, si Dios atiende los ruegos del obispo de Santiago de Compostela, no de Chile- que reza fervientemente por la recuperación del anciano golpista y pide a sus feligreses que hagan lo propio. El hecho de que dos de los más temidos dictadores de Latinoamérica en los últimos tiempos de ideologías encontradas, pero dictadores al fin- se encuentren ahora mismo, por esas cosas del destino y de la edad, al borde de la tumba de una manera casi simultánea, puede antojársenos una especie de símbolo de una nueva época para aquellas tierras en las que emergen democráticamente gobiernos y mandatarios de izquierdas, progresistas, pero también tan populistas como para no descartar tentaciones totalitarias que, en algunos casos, parecen más que evidentes. Sin embargo, no hay que fiarse de las simbologías ni de casualidades temporales que, a veces, no son más que espejismos capaces de hacernos vislumbrar futuros inexistentes. El futuro está ahí pero suele responder fatal a nuestras optimistas expectativas. Y no es raro que me venga ahora a la memoria, mientras escribo, la caída del muro de Berlín. Volviendo a lo que estaba. Quizás los cubanos, incluso los que más le idolatren, deseen que su moribundo líder se muera de una vez, aunque sólo sea para ver qué pasa. Por el contrario, muchos chilenos tienen la esperanza de que el suyo, su moribundo, viva aún lo suficiente como para pagar sus culpas.
José H. Chela
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