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El móvil antigrancanario

José A. Alemán / José A. Alemán

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La pintada de mi cuento está a una altura a la que no se llega así como así, lo que implica deliberación pues tuvo necesidad el autor de subirse a vayan ustedes a saber qué, no a lo que imaginan. Ignoro si fue obra de coñón o de facha en activo, pero, qué quieren, la recuerdo cada vez que El Día pega a distribuir etiquetas de vendidos, traidores y antipatriotas a quienes no comparten o matizan su reivindicación de la independencia de Canarias; a la que compatibiliza con paradójicos hurras al Ejército condenado por España, dice, a ser “de ocupación”. Si levantara la cabeza monsieur André.

Vaya por delante que no me parece bien ni mal que digan los editorialistas del periódico cuanto les cuadre. Tampoco que un día sí y el otro también nieguen a Gran Canaria sus atractivos naturales, afirmen la inexistencia de agua para lavarse la cara, proclamen la peligrosidad de sus playas, la ausencia de árboles o la tristeza de las calles capitalinas bajo la panza de panza de burro, etcétera. Para gustos se hicieron colores y si no les gusta la isla, qué le vamos a hacer, salvo a resignarnos a que nos dejen fuera de la futura República independiente como proponen; lo que sería un descanso. Sólo lamento la falta de caridad cristiana y que lejos de compadecerse de la poco agraciada Gran Canaria, sigan con el achaque de tan enfermizo barrenillo. Deberían ir al médico.

Es natural que, a fuerza de repetir y repetirse, buscaran nuevos estros y añadieran a la descripción “objetiva” de la isla de sus odios la satisfacción por la caída del Dedo de Dios y que esperen ansiosos, según confiesan, a que “un viento algo más fuerte de lo normal se lleve por delante el Roque Nublo”, al que, dicen ellos, los grancanarios “comparan no ya con el Mont Blanc, sino con el propio Everest”. Agüita y al frenopático, ya.

Es tal la neura del periódico que incita a los políticos tinerfeños a no ser calzonazos, a rechazar y combatir cualquier proyecto grancanario, mientras llama a manifestaciones populares que se opongan. Menos mal que la Base Naval está en Gran Canaria y no disponen todavía de barcos con que cañonearnos.

No hay iniciativa de la isla odiada que no encuentre la réplica colérica, a menudo insultante y siempre ridiculizadora, del rotativo. La penúltima, la embestida contra la capitalidad cultural: asegura que “cualquier municipio de Tenerife tiene más cultura hasta en las tejas -y hasta en los verodes- de sus templos que toda la tercera isla en su conjunto”; con lo que denota la querencia medievalizante de mantener la cultura en el interior de las iglesias; aunque, eso es verdad, los cultos verodes crezcan en su exterior. Remata exigiendo a los políticos que eviten este nuevo “absurdo” e incitando a los municipios tinerfeños a revolverse para que Gran Canaria “no se salga con la suya”. No hay en el mundo caso parecido en que las aspiraciones de una población se vean atacadas en semejantes términos desde fuera.

El Parlamento Canario condenó la línea editorial del periódico. Una idiotez más porque la cuestión no radica en los insultos. El asunto es que el Parlamento se metió en camisa de once varas y ya dentro se limitó a decir que eso está feo, eludiendo lo importante: el periódico de marras y sus inspiradores buscan debilitar y destruir las bases económicas de Gran Canaria a la que acusan, abiertamente, de engañar y de estafar a los turistas ocultando su carencia de atractivos bajo el famoso “Gran”. Todos los disparates confluyen en un atentado contra el bienestar futuro de la isla, que es lo que les da sentido y unidad a la persistente campaña contra Gran Canaria.

No lo hacen los editorialistas por amor a Tenerife, como dicen, sino en beneficio del rancio atavismo caciquil aún anidado en los sucesores de la oligarquía que controlaba la añorada y opresiva Provincia única. Cuestión de negocios y de quien se lleva el dinero, que a eso se reduce todo. La identificación de los intereses generales de Tenerife con los de esa minoría es el leiv motiv del periódico que no duda en hacer a Gran Canaria inductora (y pagadora, madre) de los movimientos ciudadanos tinerfeños alzados contra los manejos oligárquicos a los que el periódico sirve. Un mínimo seguimiento de su día a día lo pone enseguida en evidencia.

Comprendo a quienes dicen que mejor es no hacer caso y quienes en Tenerife consideran al periódico un fenómeno marginal. Mucho habría que discutir acerca de si es marginal un medio de amplia circulación. Pero interesa aquí que el periódico juega con las cosas de comer de una isla a la que está castigando con especial dureza una crisis agravada por la incompetencia del Gobierno CC-PP, del que una parte está cerca de de sus “tesis” y la otra lo visita. El odio lleva al periódico a la ceguera irracional de querer dañar a la economía grancanaria sin pensar que su debilitamiento, con pérdida de capacidad adquisitiva, de consumo y de empleo, afectaría al resto del archipiélago; no, claro, a la oligarquía siempre a salvo de tales quebrantos, por lo que no importa a los editorialistas jugar con fuego.

El que avisa no es traidor sino avisador.

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