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No somos 26 millones de hijos de puta

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Qué valientes se vuelven muchos con un arma en la mano y un cuerpo en el que escupir su saliva en forma de balas. Los mensajes de un chat de WhatsApp formado por exmilitares de la XIX Promoción de la Academia General del Aire, que defendían posiciones de la ultraderecha y el franquismo, infieren el preocupante concepto que tienen ciertos miembros de las fuerzas y los cuerpos de seguridad del Estado sobre el verdadero sistema de gobierno que debería tener España y el destino de todos los ciudadanos que no estén a favor de esta decisión. Así, a punta de pistola, se asesina a la democracia y eso no lo podemos permitir. 

Uno de los integrantes de ese chat es el general Francisco Beca Casanova, que se mostraba tajante en su comentario de fusilar a 26 millones de españoles por sus ideas de izquierdas, es decir, los rojos, que traerán el comunismo y la consiguiente destrucción de su modelo de patria. Este discurso demuestra que la nostalgia por el franquismo y el fascismo sigue vigente en miembros del Ejército y que encuentra en la política de ultraderecha de VOX el instrumento que respalda su idea de un nuevo Estado y un nuevo orden social, piramidal y clasista. No se trata de un comentario al uso, sino proveniente de un militar que ha ocupado, nada más y nada menos, que el rango de general de división. Aun así, esto no le da el derecho a plantear semejante barbarie por el simple hecho de que él, como sus compañeros, no estén conformes con la política que se está desarrollando actualmente en España, fruto de un Gobierno de coalición de izquierdas, producto a su vez del mecanismo de las elecciones libres.  

Volvemos al mismo problema de siempre: la democracia no se concibe como un sistema de beneficio común, donde la soberanía recae en el pueblo, que controla a sus gobernantes. Por el contrario, quienes solo defienden un modelo de supuesta democracia, que sea afín a sus intereses ideológicos, entran en el juego de la contradicción porque, en realidad, lo que quieren decir es que representan el autoritarismo, en este caso en concreto basado además en la preponderancia del poder militar. 

Francisco Beca y sus compañeros exaltan la figura del Rey como símbolo máximo de España y la inquebrantable unidad nacional. Si alguien cuestiona estos dos principios, pasa a integrar la lista de los 26 millones. Yo estoy en contra de la monarquía y tengo que vivir día tras día sabiendo que, de mis impuestos, se detrae una cantidad que se destina al sostenimiento de la Familia Real, una institución impuesta por Franco antes de fallecer y que ha estado sometida a diversos procesos de investigación por supuestos casos de corrupción. No por ello voy gritando vox populi que le peguen un tiro a cada uno sus miembros, pero sí defiendo que se articulen más mecanismos legales para que la ciudadanía pueda pronunciase si desea una monarquía o una república como sistema de gobierno y que se investigue a la Familia Real con los mismos instrumentos que al resto de ciudadanos y sin mirar hacia un lado para hacer la vista gorda. 

Si tanto defendemos la verdadera democracia, aquella que supuestamente llegó con la Transición tras más de cuarenta años bajando la cabeza, no permitiríamos comentarios gratuitos como el de Beca, que constituye un atentado directo a la libertad de pensamiento e ideología de los españoles contrarios a su línea. No se puede ir hablando así a la ligera de asesinar a personas como hacían los nazis con los judíos y otros colectivos, como si sus vidas no valiesen nada porque eran invisibles. 

Este tipo de militares se creen tocados por la gracia de su Dios y que su puesto les otorga el poder suficiente para tomar ese tipo de decisiones en beneficio de su país, cuando en realidad es la muestra de que reniegan de la democracia, pero la utilizan y la corrompen para intentar alcanzar su objetivo: volver al autoritarismo. Esta idea tan retrógrada me induce a pensar que creen que todavía vivimos en el siglo XIX, donde dominaban los pronunciamientos militares, y el XX, bajo la decrépita monarquía, el golpe de Estado de Primo de Rivera, la Guerra Civil como fórmula de limpieza política y social y la consiguiente y necesaria dictadura de Franco. 

En la España en blanco y negro, por el que este tipo de militares siente nostalgia, se asesinaron a miles de personas a base de fusilamientos solo por pensar de manera distinta. Fueron consecuentes con sus ideas hasta el momento fatídico, delante del pelotón que les arrancaría la vida, muchos con el miedo recorriéndoles sus venas y pensando en sus familias antes de que todo terminase. En cambio, en la nueva España, es muy fácil alardear, a través de un teléfono móvil, de asesinar a 26 millones de personas, pero quien lo dice, en este caso un miliar, no tiene el coraje de dar la cara y menos aun defender públicamente esa idea. No. Los cobardes, los que actúan por detrás y no van de frente,  solo creen en su verdad y no aceptan un “no” por respuesta, y Beca ha aprovechado además su condición de militar en la reserva para jactarse de ello.

Soy de izquierdas y republicano y, por ese motivo, soy uno de los que integraría la famosa lista de los 26 millones, cosa que no acepto porque a este militar se le haya metido entre ceja y ceja que hay que limpiar el país, cuando en realidad es la sociedad la que debería estar protegida frente a personas como él, que han tenido un trabajo gracias al dinero público, y sobre las cuales habría que actuar de manera rápida y drástica. Por último, le aclaro otra cosa a este señor, que es el sentir de los millones que integramos la lista: mi madre no es ninguna puta. Usted no tiene derecho a llamarnos “hijos de puta” porque somos de izquierdas; en mi caso, si así fuese tal procedencia, no renegaría de mi madre porque seguro que tendría el mismo cariño que recibo actualmente de ella. Por el contrario, hay otros que presumen de uniforme y no están a la altura de él, jugando a creerse los nuevos referentes del orden social cuando en realidad solo son marionetas con bigotillo, a las cuales nosotros les cortaremos los hilos. 

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