Espacio de opinión de Canarias Ahora
Iconoclastia
No podemos
Podemos fue la gran esperanza blanca (o negra) allá por 2014 cuando un partido desconocido fundado por varios profesores universitarios amigos se presentó de un día a otro a las elecciones europeas y logró nada menos que cinco diputados, superando a otros partidos consolidados, algo que no predijo ninguna encuesta.
La indignación ciudadana y la desafección a la política que acabaron en las concentraciones y manifestaciones del 15M de 2011 dieron paso a la primavera hispana, una nueva etapa en España en la que se acabó con la polarización partidista. Los dos grandes partidos de derecha y de izquierda de la transición, el PP y el PSOE, tuvieron que dejar espacio a las nuevas formaciones que fluyeron en una España harta y hastiada de políticos y políticas impopulares alejados de la ciudadanía dentro de sus burbujas de cristal lujosas y elitistas. La casta, la llamaron los dirigentes de Podemos.
Pablo Iglesias se erigió rápidamente en su líder y gracias a sus apariciones televisivas como profesor universitario independiente de cabeza bien amueblada y pico de oro se fue ganando el afecto y la admiración de muchos españoles, encandilando incluso a ilustres periodistas y académicos conservadores como Luis María Anson, quien llegó a decir en un artículo que era el mejor político de España.
Tanta fue su fama que por primera vez se colocó la foto del candidato al lado de su nombre y el logo del nuevo partido en la papeleta para votar al Parlamento Europeo. Era un político recién llegado pero suficientemente conocido por las masas a través de esa ventana indiscreta que entra cada día en la casa de millones de españoles.
Podemos llegó a colocarse como tercer partido en el Congreso de los Diputados e incluso rozó el cielo, sin tomarlo, al aspirar al sorpaso al PSOE dentro del espectro de la izquierda española. Ahí llegó a la cima pero a partir de ahí han venido el descalabro y el batacazo, no tan rápido y fulgurante como el de Ciudadanos, pero sí bajando el tobogán en pocos años. Del cielo a la tierra.
Podemos y Ciudadanos fueron los nuevos partidos que rompieron el mapa político español para empezar a hablar de democracia plural y multipartidista en vez de la bipartidista que se basaba en la alternancia de los dos grandes partidos de la democracia española.
Ciudadanos también llegó a ser, como Podemos, el tercer partido en el Parlamento pero hoy ya no es nada, algo que también parece el destino inapelable y cruel de Podemos, sobre todo después de que esta semana por su culpa casi 800.000 parados españoles de más de 52 años se hayan quedado fuera de una subida de 90 euros mensuales que habría hecho que las ayudas actuales de 480 euros se hubieran convertido en 570.
Noventa euros puede parecer una porquería para esos políticos de mierda que ganan 6.000 o 12.000 euros al mes, un millón o dos de las antiguas pesetas. Sin embargo, 90 euros (quince mil pesetillas) puede ser una cifra estimable para los que ganan tan poco como muchísimos desempleados en precario.
Uno puede esperarse esa insolidaridad abyecta en la derecha cavernaria española pero no en unos tipos que prometían una revolución progresista tomando el cielo por asalto aunque poco les ha importado dejar a su gente en la estacada y en la miseria del infierno.
Un político de izquierda no tiene que ganar un céntimo menos que uno de derecha para el mismo cargo público ni debe sentir remordimientos por eso, pero es imperdonable que pierda su visión de la realidad porque mientras ellos vivían de puta madre otros tantos compatriotas pobres necesitaban subir mínimamente su mísero sueldo o tener un subsidio mientras no encontraban trabajo. Personas de carne y hueso.
Esos tipos que demonizaban a la casta se han convertido en parte de ella y se han olvidado de los que realmente necesitan ayudas. Se han olvidado de los pobres porque ellos se han convertido en ricos en pocos años. Son unos desalmados que todavía tienen la jeta de decir que su razón de ser y estar en política es la de defender al más débil y al más necesitado.
Podemos fue la gran esperanza blanca (o negra) hace apenas diez años pero hoy se ha convertido en el referente de lo que no debe hacer nunca un partido de izquierda. Su objetivo era luchar contra los recortes sociales en épocas de crisis económicas y vacas flacas, y precisamente por eso atrajo a tanta gente de golpe.
Conocí a un profesor universitario jubilado que votó a Podemos muy ilusionado pero que en las últimas elecciones respaldó a Vox. Muy mal tienen que haberlo hecho para que los indignados que vieron en ellos la solución a sus problemas hoy vuelvan la cara cuando los nombran y prefieran apoyar a la ultraderecha troglodita y antisistema que censura obras de arte y quiere colgar por los pies a Pedro Sánchez.
La crítica a Podemos no significa que no se valore su intención y lucha primigenias que cambió históricamente la política española o que no se condene enérgicamente la persecución que perpetraron los medios de comunicación más reaccionarios con mentiras propias de delincuentes inmorales y el intolerable y cruel acoso físico de ultras al que fueron sometidos delante de su casa Pablo Iglesias, Irene Montero y sus tres hijos pequeños porque fue algo asqueroso y repugnante.
Es curioso que Podemos comenzara su vertiginoso descenso y su ruptura con sus votantes a partir del cambio del modesto piso de Vallecas por el chalet de Galapagar en el que exteriorizaron su poderío crematístico tras desacreditar a los políticos rivales por lo mismo que ellos hicieron. Una cosa no quita la otra.
Podemos fue perdiendo fuelle cuando gobernó, especialmente con leyes tan controvertidas aunque bien intencionadas como la de las libertades sexuales, conocida como la del solo sí es sí, que originó por cuentagotas que violadores y maltratadores rebajaran sus penas, el efecto contrario al que se pretendía.
No fue un problema de jueces fachas porque hasta jueces progresistas reconocieron el error. Lo lógico y honesto habría sido rectificar pero prefirieron culpar a la Judicatura más ultra. Yo no dudo que la mayoría de los jueces sean conservadores o ultraconservadores pero cuando hasta jueces progresistas tienen una opinión similar ya no es una cuestión corporativista porque en otras ocasiones las asociaciones judiciales se han enfrentado por múltiples asuntos dispares.
Esa fue la primera gran estocada que sufrió en sus carnes y su errónea votación esta semana ha sido la puntilla definitiva. En las últimas elecciones tuvieron la caradura de ir dentro de la coalición Sumar de Yolanda Díaz, la que designó Pablo Iglesias como su sustituta en Unidas Podemos tras su aparente retirada, pero poco después de los comicios sus cinco diputados, que posiblemente no habrían sido elegidos si hubieran ido solos, decidieron salirse de la coalición. Una de ellas es Noemí Santana, elegida diputada de Sumar por Las Palmas y ex consejera del Gobierno de Canarias por Unidas Podemos.
Podemos ha ido perdiendo la credibilidad de la izquierda a pasos agigantados al tiempo que Sumar ha seguido sumando, si exceptuamos al partido de Belarra, que ha restado. La izquierda vuelve a repetir la historia de siempre: la división que la desune, el suicidio político para dejar a la derecha el camino expedito. Podemos se ha hecho el harakiri porque sus explicaciones sobre la votación de esta semana no convence ni a los suyos.
Pedro Sánchez lo volvió a hacer: cuando nadie daba un duro en la primera votación importante en el Parlamento después de su investidura, el presidente de España logró su objetivo de aprobar un paquete de medidas sociales progresistas con la abstención in extremis de Junts y con el apoyo del único voto de Coalición Canaria, que en las islas gobierna con el PP, ese mismo PP que votó en contra inexplicablemente por las mismas razones partidistas, sectarias y viscerales que Podemos. De Vox ni hablamos.
A ver cómo explica el PP a sus votantes que rechazó ese paquete de medidas sociales que van desde la subida de ayudas a los parados mayores más desfavorecidos a la gratuidad del transporte público. ¿Quién puede votar contra la subida de subsidios a desempleados mayores en España?. La derecha, la ultraderecha y Podemos porque van en limusina y no cogen la guagua.
El partido fundado por el otro Pablo Iglesias cavó ayer el hoyo en el que será enterrado tras actuar como kamikaze. Malditos sean los diputados progresistas vengativos que se suman a la (ultra) derecha y votan con las vísceras contra los suyos por temas personales y enfrentamientos con la ministra de Trabajo ya que solo rechazaron su propuesta y no las otras dos.
Muchos de sus votantes han pasado de la ilusión al vómito y a las náuseas. El trabajo de unos años esperanzadores tirados a la basura. A la izquierda del PSOE solo queda Sumar. Todo lo demás resta.
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