Los últimos acontecimientos confirman que el PP tiene cada día más boletos para seguir siendo leal, a veces, oposición, casi siempre y con qué delicadas formas, al Gobierno de Zapatero. El debate sobre el Estado de la Nación supuso para el líder socialista una victoria holgada, a los puntos, pero sin que ningún juez cuestionara el resultado, pues Rajoy lleva mucho tiempo empecinado en sus errores sin que nadie en su entorno haga el menor esfuerzo por corregírselos. La posterior e inmediata decisión de Zapatero de modificar parcialmente la composición de su Gobierno, con incorporaciones de gran impacto mediático – como la de Bernat Soria- y también de relevante peso político, caso de la catalana Carme Chacón, demostró que el presidente tiene en este momento la iniciativa, que no habrá elecciones generales anticipadas y que su proyecto de gobierno va mucho más allá de 2008.He señalado en algunas ocasiones que el pasado debate del Estado de la Nación no sólo fue el de la voluntaria despedida en el Congreso de los Diputados de José Antonio Labordeta, culto parlamentario de Chunta Aragonesista, inquieto viajero, cantante y escritor, autor del mítico Canto a la Libertad, y hombre que, por su bonhomía, se ganó el sincero afecto de numerosos parlamentarios del resto de los grupos de la Cámara; porque estoy convencido de que fue, también, el último de Rajoy, que tras la previsible derrota de la primavera de 2008 será convenientemente amortizado por su partido. Y esperanzadamente sustituido.La encuesta publicada este domingo por La Vanguardia confirma esos malos presagios para la formación conservadora. Con toda la precaución que hay que tener al no encontrarnos aún en período propiamente electoral, sus datos confirman tendencias ya dibujadas por otros estudios: el PSOE ganaría los comicios con el 44% de los votos frente al 37,7% del PP, ampliando ligeramente la diferencia entre ambas formaciones que se produjo en las elecciones del 14-M. Otras conclusiones del sondeo son que Zapatero es el único líder que aprueba y, además, que el presidente ganó claramente el debate del Estado de la Nación (47% a 13%); su política antiterrorista obtiene más apoyos que la de Rajoy (48% frente al 35%), y el 74% aprueba su iniciativa de impulsar un proceso de paz, mientras que reprochan al líder del PP que no lo apoyara. Y no es que el presidente inspire demasiada confianza: un 51% no se fía de él. Pero es que Rajoy eleva el umbral de desconfianza hasta el 74%. Y eso, sin el desgaste de gobernar. Tiene mérito.La encuesta de La Vanguardia da una pequeña subida en escaños al PSOE y un estancamiento en la bancada popular, cuyo mayor éxito parece radicar en lograr retener a sus fieles votantes. Unas cifras que no sólo deben preocupar a los conservadores españoles, que de cumplirse los pronósticos del estudio sociológico estarán condenados a cuatro años más de oposición. Los datos deben intranquilizar también, y mucho, a los estrategas coalicioneros. Porque los dos diputados que, en el mejor de los casos, obtendría ATI-CC en Santa Cruz de Tenerife y, por tanto, en Canarias, ni servirían para ayudar a llegar al Poder a sus muy leales amigos/aliados/homólogos del PP, ni serían en modo alguno necesarios para un PSOE que gozaría de una más amplía mayoría relativa que la que ahora tiene, lo que le permitirá seleccionar y diversificar sus alianzas sin incómodas dependencias. El emergente y minúsculo Subgrupo Tinerfeño nacerá, por tanto, completamente devaluado. Enrique Bethencourt