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Al Qaeda: desde Jerusalén hasta Al Andalus
En efecto, el comunicado hecho público a través de Internet por los integrantes de la rama magrebí de Al Qaeda advierte: Juramos por Alá no deponer nuestra espada ni descansar hasta que liberemos cada palmo de la tierra del Islam de todo cruzado, colaboracionista y agente, desde Jerusalén hasta Al Andalus. No hace falta ser experto en cuestiones islámicas para comprender el alcance del mensaje. Basta con recordar las advertencias formuladas inmediatamente después de los atentados del 11-S por quienes afirmaban que Al Qaeda no era una mera franquicia de la internacional terrorista, que las células durmientes iban a activarse en el momento oportuno, que el anonimato de la red protegía a centenares, véase millares de seguidores del multimillonario saudí Osama Bin Laden. La guerra de Afganistán y la intervención occidental el Irak se limitaron a retrasar, al menos aparentemente, la respuesta de los radicales islámicos a la ofensiva lanzada por el actual inquilino de la Casa Blanca en Octubre de 2001. La caída del régimen talibán y el caos generado por la ocupación de Bagdad fueron el detonante de la radicalización paulatina de la sociedad árabe-musulmana. El odio contra Occidente, el desprecio para con el modo de vida occidental, el rechazo del materialismo y el laicismo, se convirtieron en caballo de batalla de los defensores de aquél Islam puro y duro con el que soñaba Bin Laden en los años 80 del siglo pasado. La llamada guerra global contra el terrorismo, ideada por George W. Bush y potenciada por sus aliados israelíes, acabó convirtiéndose en el poco deseado primer acto de la pesadilla conocida bajo el nombre de choque de las civilizaciones. La inquietante evolución registrada en los últimos tres años en los países del Magreb pone de manifiesto la existencia de planes de combate cuidadosamente preparados por la cúpula del movimiento islamista. En efecto, la transformación del GSPC en Al Qaeda del Magreb Islámico no es una mera casualidad. Como tampoco lo es el hecho de que los radicales argelinos utilicen desde hace más de 10 años el suelo español como base logística para sus actividades de captación de nuevos seguidores. Si bien es cierto que antes de los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York la colaboración entre servicios encargados de la lucha antiterrorista resultaba sumamente difícil, después de esta fecha tanto en Naciones Unidas como en la Unión Europea se pudo notar que las barreras que obstaculizaban la adopción de políticas comunes de lucha estaban desapareciendo. Hoy en día, es casi imposible enumerar las medidas jurídicas y de cooperación adoptadas por la comunidad internacional para apoyar la lucha contra el terrorismo. Se trata de instrumentos destinados a neutralizar las actividades de los islamistas, desde el reclutamiento y la radicalización a la financiación y congelación de activos en cualquier lugar del mundo.Aun así, los expertos comunitarios advierten que la seguridad completa es una quimera, ya que la estrategia del terrorismo islámico está basada en lograr el mayor número posible de víctimas, perpetrando ataques contra los llamados objetivos blandos. En este caso concreto, la planificación se reduce considerablemente por cuanto no se planifica ninguna retirada ni huida, puesto que los autores desean morir en el ataque o en los inmediatamente posteriores. Obviamente, las medidas de protección que pueden ser efectivas contra los otros tipos de terrorismo no funcionan en estos casos, lo que dificulta la capacidad de las Fuerzas de Seguridad a la hora de prevenirlos.Huelga decir que pese al malestar generado en las Cancillerías y los Servicios de Seguridad encargados de la lucha antiterrorista por el constante acercamiento de la amenaza del radicalismo islámico, los expertos aseguran que la guerra se puede ganar. La lucha debe planificarse con detenimiento, analizando los métodos empleados por los yihadistas, su forma de pensar y de actuar, su forma de moverse y acatar las órdenes, aseguran los jefes de los servicios de inteligencia europeos, quienes añaden que un sistema completo de inteligencia, junto con un mecanismo de coordinación efectivo de las instancias implicadas y una apuesta decidida por la cooperación internacional en éste ámbito es la mejor forma de prevenir el fenómeno terrorista.Conviene distinguir también entre los objetivos a corto, medio y largo plazo. A corto plazo, es preciso investigar los movimientos radicales para cortar de raíz sus planes. A medio plazo, deberían establecerse relaciones con la Conferencia Islámica y otros organismos, tratando de construir la mutua confianza. A más largo plazo, colaborando con dichas organizaciones, es preciso llevar a cabo acciones de integración de los jóvenes, sabiendo que los radicales no desaprovecharán la oportunidad de fichar simpatizantes que podrían convertirse, dentro de unos lustros, en una nueva generación de yihadistas.En resumidas cuentas, la verdadera guerra contra el radicalismo islámico se halla en fase de gestación. Se trata de un auténtico desafío, teniendo en cuenta la agudización del islamismo en tierras del Magreb y también en los enclaves españolas de Ceuta y Melilla.(*)Adrián Mac Liman es escritor y periodista, miembro del Grupo de Estudios Mediterráneos de la Universidad de La Sorbona (París)
Adrián Mac Liman
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