Recomendación europea (I)

Pero, a lo que vamos. Que he procurado informarme un fisco al respecto. Y lo primero que me ha llamado la atención -no se menciona jamás- es que la asignatura no es un invento de Zapatero, sino que se trata de una iniciativa, a modo de recomendación a los países miembros de la Unión Europea, formulada y suscrita por su Comité de Ministros, según un documento rubricado el 16 de octubre de 2002 (¿No debería haber asumido esa recomendación, entonces, el Gobierno de Aznar?). Dicho órgano comunitario, en sus argumentos, expresa su preocupación por “la creciente apatía política y civil, la falta de confianza en las instituciones democráticas y por el aumento de los casos de corrupción, racismo, xenofobia, nacionalismo violento, intolerancia ante las minorías, discriminación y exclusión social”, elementos que amenazan la estabilidad democrática.

El Consejo de Ministros afirma, más adelante que “la educación para la ciudadanía es esencial (?) para promover una sociedad libre, tolerante y justa” y que esa educación “debe abarcar cualquier actividad educativa formal, no formal e informal, incluida la de la famita, permitiendo que el individuo actúe toda su vida como un ciudadano activo y responsable, respetuoso con los derechos de los demás”. Considera el documento que dicha educación ha de ser un factor para el mutuo entendimiento y “el diálogo intercultural e interreligioso”. Ah, amigo. ¿Estará ahí el quid del problema? ¿En el hecho de que el diálogo interreligioso solamente es factible en una sociedad donde no exista una doctrina imperante y cuyos representantes, amén de erigirse en propietarios de la Verdad, temen perder un poder mantenido durante siglos y cuya base primordial se sitúa en la posibilidad institucionalizada de mantener el privilegio de la manipulación de la mente y la conciencia del individuo desde que nace?

Las recomendaciones europeas que comentamos ?pero, ¿no perdemos el culo por ser europeos respecto a otras cuestiones?- indican que la Educación para la Ciudadanía “debe ocupar un lugar prioritario en la reforma y ejecución de las políticas educativas” de los Estados, como “un factor de innovación en la gestión de los sistemas educativos, de los métodos de enseñanza y planes de estudio”.

Vale. Mañana concluyo y a ver si sacamos de todo esto alguna conclusión que arroje luz donde tantos prefieren que triunfen las tenebrosas sombras, oigan.

José H. Chela