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El regreso de Netanyahu

Rafael Morales / Rafael Morales

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Su trayectoria política dentro de Israel comenzó realmente a finales de los años 80. Antes estudió en Estados Unidos en dos ocasiones, sirvió como capitán de un comando de elite israelí durante cinco años, trabajó en la embajada de Israel en Washington y como embajador ante Naciones Unidas. A su regreso, consiguió un escaño en el Knesset (Parlamento) y después el cargo de vicecanciller. Algunos achacaron sus tropiezos como primer ministro a las constantes oscilaciones entre las recomendaciones internacionales para alcanzar algún acuerdo aceptable para Arafat, y las presiones de los partidos ultra nacionalistas que formaban parte de la coalición gubernamental. No contentó a nadie, aunque firmó la retirada israelí de Hebrón, paralizó el proceso de paz en Oriente Medio y perdió el poder después de tres años erráticos.Parecía que abandonaba definitivamente la actividad política, no sólo debido a su mal paso por la jefatura de gobierno sino además por las acusaciones de robos y sobornos, cargos que finalmente fueron retirados. Sorprendiendo a todos, reapareció en 2002 como ministro de Exteriores y posteriormente de Finanzas en el equipo de Ariel Sharon, su gran adversario por el liderazgo dentro de Likud hasta que Sharon fundó Kadima junto a Ehud Olmert. El partido conservador perdió influencia provisionalmente, al tiempo que sus líderes giraban aún más hacia la derecha. Tanto que jefes de peso como Moshe Feiglin apuestan por estimular la emigración árabe, acabar con su presencia en el Parlamento y bloquear la devolución de cualquiera de los territorios ocupados. Netanyahu acompaña ese curso del partido con firmeza retórica. De hecho, anunció su salida del gobierno de Ariel Sharon debido a su radical desacuerdo con la retirada de la franja de Gaza. Así explicó la renuncia: “Hemos llegado al momento de la verdad. Hay un camino para hacer la paz y conseguir la seguridad, pero una retirada unilateral bajo fuego y con nada a cambio no es el camino”. También dijo que el “plan de desconexión” convertiría a Gaza en “una amenaza para la seguridad de Israel”. Rechazó la propuesta de paz saudí, que promete la normalización de las relaciones con el mundo árabe si Israel se retira de los territorios ocupados en la guerra de 1967 y permite la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén.Y por si alguien guarda alguna duda sobre sus intenciones, hace menos de año y medio se descolgó con insinuaciones sobre la posibilidad de atacar centrales nucleares iraníes, una operación semejante a la que en 1981 destruyó el proyecto nuclear de Irak: “Continuaré el legado de Menahem Begin, quien mediante medidas intrépidas frustró las intenciones de Irak para hacerse con armas nucleares”. Benjamín Netanyahu está dispuesto a tranquilizarnos a todos con su regreso. ¿O no?

Rafael Morales

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