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Hay que saber perder

José A. Alemán / José A. Alemán

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Uno, qué quieren, figura entre los decepcionados. Pero, decepciones aparte, veo en las reacciones viscerales la preocupación “españolista” ante el independentismo de Bildu y su “peligrosa” y muy consecuente determinación de conseguir la paz entre vascos por los propios vascos; sin injerencias de las fuerzas políticas de ámbito estatal. A veces parece que algunos de los opinantes temen que ETA desaparezca y quedarse sin pretexto para seguir apuntados a brutos.

Siempre he pensado que la raíz de la cuestión vasca (y de la catalana, por supuesto) está en que los gobiernos y los políticos mesetarios han impedido históricamente la estructuración federal del Estado español. Es decir, darle al país la organización político-administrativa que reclama su constitución física geográfica y política y la variedad cultural y de mentalidades. Los intentos federalistas fueron ahogados desde la meseta sin pararse en barras a la hora de recurrir a la violencia para imponer su idea de unidad. Quien conozca algo la historia de España sabe que aquellos polvos trajeron estos lodos. Las actuales autonomías se han usado como paliativo, pero ya se ha visto lo que dan de sí.

En otro orden de cosas, sin abandonar el asunto, tengo curiosidad por ver cómo se las arreglará Bildu, que se las promete felices con la plataforma de proyección exterior que le ha caído, para encajar que su capitalidad representa a España y la cultura española, no sólo a Euskadi. Un papelón que habrá de resolver arrumbando un tanto sus postulados políticos o rompiendo la baraja.

Dicen que la decisión del jurado fue política, lo que es cierto, sin duda; con la salvedad de que en estas cosas la política nunca está ausente. No hubiera sido menos política la elección de la capital grancanaria. Para mí el asunto es si la decisión del jurado reflejó o no una visión exterior, diferente del problema vasco, distanciada de los prejuicios “españolistas” y que por eso apoyó la vía pacificadora de Bildu; a lo que le vino muy bien, no lo olvidemos, la calidad del proyecto de San Sebastián elaborado durante años y con el que la coalición se encontró sin comerlo ni beberlo y que puede acabar siendo un regalo envenenado.

Añadiría, para terminar, que me parece adecuada y realista la actitud de Juan José Cardona. Hay que saber perder, vino a decir, con lo que se desmarcó de cualquier visceralidad. Anunció, además, que no impugnará el fallo, como barajan Zaragoza y Córdoba; que seguirá adelante con los proyectos de los equipos movilizados por Jerónimo Saavedra; y que se establecerán relaciones de colaboración con las otras ciudades derrotadas y hasta con San Sebastián, si la solicita. Cardona ha captado el alcance de la iniciativa de Saavedra, que iba más allá de la capitalidad perseguida y ha visto el grave error de no aprovechar el impulso. Lo que certifica, añado, un sano distanciamiento del estilo de Soria que tanto ha contribuido a la crispación política. Imagino que se habrán dado cuenta los lectores de que el patio está ahora más tranquilo.

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