Espacio de opinión de Canarias Ahora
El salmón de Salomón y la mujer del César
Soria siempre ha tenido eso, que se ha creído que él es el más listo de la clase y precisamente por eso ahora ha caído en las garras de la Justicia, ayudada, eso sí, por el empujón del periodista Carlos Sosa. Sin él parece la judicatura no se hubiese atrevido.
Resulta indignante que tenga que ser la denuncia de un periodista la causa de una investigación judicial a un político acusado de cohecho y prevaricación al aceptar regalos caros y suntuosos de un empresario al que luego la institución que presidía le aprobó 3.600 camas turísticas en su urbanización de lujo.
¿Dónde estaba la Fiscalía Anticorrupción hace tres años, dónde estaban los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Canarias? Si Carlos Sosa no denuncia directamente el caso en sede judicial, hoy todos, empezando por los jueces y fiscales, estaríamos mirando a otro lado. ¿Es que no les bastaba a estos juristas las denuncias periodísticas publicadas en 2005?
Para terminar de poner la guinda al pastel, el consejero de Presidencia del Gobierno canario, José Miguel Ruano, le hizo los coros a su vicepresidente y también declaró a la prensa que con toda seguridad Soria sería absuelto. Ruano, que es el responsable de Justicia en la comunidad autónoma, eligió el acto de apertura del año judicial en Canarias para soltar este exabrupto incomprensible, sobre todo cuando a renglón seguido habló de la necesaria independencia del poder judicial mientras se tomaba un canapé junto a magistrados y fiscales.
Soria se queja de que está sufriendo juicios paralelos, mediáticos y sociales, pero no es así. El juicio ya está hecho y su principal testigo de cargo es, paradójicamente, él mismo. Soria no tuvo ningún rubor en reconocer chulescamente en el cabildo, tras una pregunta de la oposición socialista, que había aceptado la invitación de Björn Lyng, el empresario noruego de Anfi Tauro, para viajar en su jet privado a Noruega y Austria.
Con eso ya está dicho todo. Por eso resulta aún más indignante que la justicia no actuara de oficio en ese momento. Porque ya no hablábamos de una denuncia de un periódico solamente, sino de una confirmación del propio acusado en un pleno del Cabildo de Gran Canaria que presidía. Líquido, blanco y en botella.
Lo más curioso del asunto es que el cinismo de Soria lo lleva no sólo a reconocer el desliz sino a creer que es lo normal en un político aceptar invitaciones de empresarios interesados en que la institución que preside le apruebe miles de camas.
Al parecer, Soria viajó gratis total con su esposa, ignorante de que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo. Ni aunque hubiera pagado el billete de avión estaría Soria libre de sospecha. Hay viajes que por salud democrática no se deben emprender nunca. Y el del salmón es uno de ellos.
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