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Septiembre de 1939. Decapitar la memoria por Joaquín Sagaseta/ José Montenegro

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En la conmemoración de los 70 años no han faltado amplias manifestaciones de revisionistas de la historia que dirigen el aguijón de sus investigaciones a coronar a los aliados occidentales con los laureles de la victoria por el desembarco de Normandía y a despojar al movimiento comunista de su mas honrosa credencial.

Las mixtificación preferida, como se ha visto, es hacer compartir a la URSS, con ocasión del pacto de no agresión Molotov- Ribentrop de agosto de 1939, la responsabilidad por el desencadenamiento del holocausto.

Mucho antes de septiembre de 1939 lo único que no se sabía de la inminencia de la 2ª Guerra Mundial era el momento en que el gallo nazi iba a cantar el comienzo de la carnicería y que dirección iba a escoger. Hacia años que el movimiento comunista le había tomado las medidas al nazi-fascismo y advertido que venía preñado de guerra de exterminio. Ni un ciego podía dejar de ver lo que entrañaban los estandartes nazis del espacio vital y la superioridad racial, la meteórica militarización de Alemania y sus reclamaciones territoriales.

Desde al menos el trascendental informe de J. Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista en 1935 los comunistas empeñaron todas sus energías en la conformación de amplias agrupaciones democráticas que hicieran frente al fascismo. Por su parte las potencias del eje habían situado al movimiento comunista en el centro de la diana y suscribieron el pacto Antikomintern de noviembre de 1936.

La URSS realizó, cuando menos desde 1936, reiterados esfuerzos para cristalizar una alianza político-militar que neutralizara los genios militaristas que se estaban saliendo de la botella. Los voluntarios soviéticos se enfrentaron en las tierras de España contra las fuerzas invasoras de la División Cóndor y de la Italia de Mussolini. La Unión Soviética denunció con énfasis la claudicación de Munich y en consecuencia con ello ofreció al gobierno burgués de Praga un tratado para la defensa de Checoslovaquia, el acuerdo fue rechazado y Checoslovaquia anexada con la complicidad expresa de Inglaterra y Francia.

Desde comienzos de agosto de 1939 y durante semanas, por iniciativa de la URSS se celebraron en Moscu reuniones entre delegaciones militares soviéticas, inglesas y francesas, en ellas el gobierno soviético ofreció aportar de inmediato, a un mando conjunto, 136 divisiones, 10.000 tanques y 5.500 aviones. El ofrecimiento no fue aceptado. W. Seeds, a la sazón embajador inglés en Moscu se encontró en una situación muy embarazosa, en un cable a Londres transmitía:?las negociaciones han llagado a un punto que suscitan dudas sobre nuestra sinceridad en el deseo de alcanzar un acuerdo concreto. En estás negociaciones, el gobierno anticomunista polaco, pese a notar ya en la nuca el aliento de lo que se le avecinaba a Polonia, se unió a las maniobras dilatorias de franceses e ingleses con singular celo obstruccionista.

Daladier y Chamberlain, como moscas que terminan ahogándose en la leche, de relamian con la idea de encausar hacia el Este la agresividad del imperialismo alemán, movían sus piezas con arreglo a esa suicida estrategia. Y así se comportaron incluso después de la agresión a Polonia con quien estaban comprometidos por un tratado de ayuda militar. Se presenció entonces uno de los episodios mas vergonzosos de la 2ª Guerra, la llamada “guerra de broma” o “guerra sentada”. Durante todo un año, tras la declaración de guerra, más de cien divisiones francesas y un ejército expedicionario inglés permanecieron inmóviles en la frontera franco-alemana. En el proceso de Nuremberg, Keitel manifestó el mando alemán estaba asombrado por la pasividad de Francia durante la campaña de Polonia

Las cartas estaban dadas y las URSS utilizo las suyas al límite de lo que le permitían. Conscientes de la inevitabilidad de la guerra, de su soledad, de las vacilaciones que suscitaba en el estado mayor alemán la suerte en el frente oriental, lo que restaba era ganar el tiempo preciso para mejorar el dispositivo de defensa y para que el curso cantado de los acontecimientos hiciera inevitable el compromiso de las potencias democrático-burguesas.

La asombrosa pasividad de Francia e Inglaterra y las derrotas de Japón a manos de Zhukov durante la primavera y verano de 1939 en Mongolia decidieron la guerra levantada por el eslabón más débil. Alemania invadió en el verano de 1940 Francia y derrotó rápida y espectacularmente a su ejército y al cuerpo expedicionario ingles.

En junio de 1941, la Werchtmach lanzó sobre la URSS un formidable ejercito de mas de tres millones de soldados, lo mejor, lo mas experto y lo mas criminal de su maquinaria de exterminio. Ya en los primeros días de la ofensiva, desde el frente los mandos alemanes comunicaban a Berlín que esta vez la cosa no es igual. Y ciertamente no era igual, la naturaleza clasista del enemigo no era la misma y, por añadidura,, tampoco su textura ideológica y su determinación. Era la resistencia comunista de España, de Francia, de Italia, de Yugoslavia, de Grecia?centuplicada con la fuerza material de un extraordinario pueblo, un poderoso ejército y un gran estado. Esta vez no se contaba con la ayuda de traidores a lo Laval y Petainn de Francia, Quisling de Noruega,, Degrelle de Bélgica, Tsolakoglu de Grecia? ahora no encaraban a un adversario profundamente socavado por colaboracionistas que con poco disimulo, o con ninguno, confiaban a los invasores el aplastamiento de su propio movimiento obrero y de su izquierda nacional.

Los malos presagios del principio fueron a peor cada día que pasaba. Ya en el 41 quedaron atascados, ¡durante tres años!, a las puertas de Leningrado y de Moscú. En el invierno del 42/43 se produjo el viraje de Stalingrado. En el verano de 1943 fracasó en el saliente de Kurst un último y gigantesco movimiento ofensivo de la Werchtmach en el Este. En junio de 1944 en Berlín se sintió ya de cerca la catástrofe, la operación Bragation del Ejército Rojo en Bielorusia desbarató la última operación defensiva alemana, de trascendencia estratégica, allí se liquido a lo mejor que le restaba al potencial militar nazi, -el Grupo Centro- y quedó franqueado el camino a Polonia y a la próxima frontera alemana..

Pese a las reiteradas peticiones del gobierno soviético para la apertura del 2º frente en occidente, y a sus protestas por la demora, el desembarco en Normandía no se produjo hasta junio de 1944, menos de un año antes del final de la guerra y cuando esta ya estaba decidida en los infiernos del Este. En el recién abierto frente occidental la Alemania nazi nunca empleo más del 20% de sus efectivos humanos, a menudo fuerzas exhaustas relevadas del Este, y una proporción considerablemente menor en términos de unidades acorazadas, de elite y de fuerzas aéreas.

En 1942, aún antes de la derrota de Stalingrado, Roosvelt manifestaba es evidente un hecho simple: los rusos aniquilan más soldados del enemigo y le destruyen mayor cantidad de su material bélico que los otros 25 estados de las naciones beligerantes.

El revisionismo histórico, no es fruto de ocurrencias y vanidades de gentes que juegan a ser historiadores, ni de nostálgicos reaccionarios, por mucho que haya de una cosa y de la otra. Su real significado, y eso sí importa, es que son manifestaciones de todo un arsenal ideológico empeñado en ocultar hasta donde nos puede llevar, y de que ropajes se puede revestir, la necesidad de poder material que anida en las entrañas mismas del capitalismo. Obstinado igualmente, y por eso mismo, en despojar a los pueblos de una memoria que se alza frente a las tendencias mas reaccionarias de la derecha. El propósito es decapitar esa memoria que, por poco que se sacuda, reverdece la conciencia de cual es el campo social, político e ideológico más consecuente en el combate contra las tendencias fascistas y el imperialismo, por la democracia y por la paz.

Joaquín Sagaseta/ José Montenegro

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