Espacio de opinión de Canarias Ahora
El test navideño
Pero, a lo que iba. Las comidas navideñas cuestan una pasta. No sabría decirles cuánta. Dirán que son el chocolate del loro pero uno, nacido y crecido en la posguerra, recuerda a la monjita comechosa para la que no había limosna pequeña porque, decía, “muchos pocos son un mucho”. No es cuestión de sumar las cantidades de chocolate ni de contar los loros, sino de que Gobierno y corporaciones locales no pueden limitarse a hablar de austeridad en abstracto sino que han de practicarla en concreto, que se les vea recortar gastos superfluos. Entre los que inscribo el exceso de luminarias y otros en los que no me extenderé porque ustedes entienden lo que les digo.
Después de las Navidades vienen los carnavales que son un desmadre de aquí te espero. Estas fiestas perdieron, al menos en Gran Canaria, el sabor popular tradicional por la imitación del brasileño lujosamente ensolerado en Tenerife. Se convoca a la gente para que contemple a las autoridades en el esplendor de sus disfraces pagados con dinero público. Algo tan hortera y desproporcionado que conozco grupos de amigos que se van por esas fechas de viaje hasta que escampe el jolgorio como auténticos “fugitivos del carnaval”. No sería de recibo y ofendería, con el índice de paro ya alcanzado y el que se espera, que la ciudad de Las Palmas y la isla de Gran Canaria (de otras nada digo para que don Pepito no descubra la “serpiente amarilla”) se metiera en fiestas como si aquí no pasara nada.
Sé que buena parte del ciudadanaje comparte lo que digo. Después de todo, sólo reflejo lo que oigo. Pero no sé si los mandarines están por la contención en el gasto. Ya veremos.
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