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De Thatcher a Sarkozy

Rafael Morales / Rafael Morales

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Con la huelga del transporte pisándole los talones, Sarkozy mostró ante el Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo gran determinación para aplicar su programa de contrarreformas sociales. “Nada me desviará de mi objetivo porque éste es el mejor servicio que puedo rendir a Europa”. Clarito. Vamos a traducirlo. Aprovechando la ausencia de estudiantes, la ministra Precesse sacó adelante en agosto la Ley de Autonomía de las Universidades que, en pocas palabras, da vía libre a la privatización de los centros de estudios superiores gabachos. Resumiendo, somete la educación superior a los dictados de las empresas privadas y a las demandas del mercado de trabajo bajo su control. Si el asunto funciona, a pesar de las luchas estudiantiles presentes para conseguir la derogación de la Ley Precesse (en honor a la ministra de Educación), la nueva norma contribuirá a empujar proyectos similares como el lento pero firme proceso de transformación de las universidades que también se desarrolla por ejemplo en España. De ahí que Sarkozy considere su programa como un gran servicio al resto de Europa. De su Europa, naturalmente. Una visión tan desnuda como coherente de la globalización neoliberal.

Cuando aún continúan las movilizaciones universitarias, los trabajadores del transporte, la eléctrica EDF y la gasística GDF iniciaron una huelga en defensa de los sistemas especiales de pensiones y seguridad social. Ya tuvo lugar otra el 18 de octubre pasado por el mismo motivo. Hay convocado un paro del sector público para el 20 de noviembre porque no está dispuesto a tragarse los 20.000 despidos anuales anunciados por la contrarreforma. Una encuesta indica que el 55% de los franceses considera injustificada la huelga del transporte, algo completamente lógico porque a nadie le gusta soportar una caravana de 300 kilómetros a bordo de su propio coche para llegar al puesto de trabajo. O tirar de la bicicleta. O quedarse en casa y perder el sueldo ni se sabe de cuántos días. Pero ese efecto desagradable no resta legitimidad a la actitud de los trabajadores que defienden sus pensiones.

Medios de prensa cercanos a Sarkozy, como de costumbre, hablan con absoluta transparencia de lo que está en juego. Si no ganamos -dicen- en el tema de las pensiones, lo mejor será olvidarnos de las demás reformas (o contrarreformas) previstas. De ahí que el presidente francés presente un discurso muy firme ante el Parlamento Europeo, pero al mismo tiempo envíe a sus ministros a dialogar con los sindicatos. Sarkozy toca todos los instrumentos de la orquesta. Puede charlar con George Walker Bush sobre las bondades de la liberalización total del comercio y después presentarse ante el Parlamento del viejo continente a plantear la urgencia de proteger a Europa de la competencia exterior. Un fenómeno.

Rafael Morales

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