Espacio de opinión de Canarias Ahora
La Universidad ante Bolonia
El proceso de Bolonia es la declaración que firman los países europeos en 1999 con el fin de lograr un Espacio Europeo de Educación Superior en el año 2010. Este permitirá que las titulaciones universitarias sean reconocidas en todo el espacio europeo sin necesidad de homologaciones burocráticas. Además, los estudios universitarios adoptarán por regla general la estructura de cuatro años y variarán la denominación de licenciatura por grado. Por su parte, los doctorados se iniciarán mediante la figura del máster que será de uno o dos años y que sustituirá al socialmente poco prestigiado DEA (Diploma de Estudios Avanzados) de los doctorados actuales. Después el universitario podrá plantarse o comenzar una tesis que le lleve a ser doctor. Por tanto, la meta se aproxima y las transformaciones pronto deberían comenzar a dar resultados.
La educación universitaria siempre se ha caracterizado por dos componentes que han ido de la mano: la docencia y la investigación. Aunque ya Ortega y Gasset en su Misión de la Universidad nos advirtiese, tras su experiencia alemana, que lo realmente importante es la docencia, que debe primar sobre la investigación. Pero más allá de estas caracterizaciones hay algo que debe cambiar. No se puede seguir con la Universidad de la fotocopiadora y del vómito de apuntes. Y para que una tesis sea buena, no necesita tener 700 páginas. Cuando se requiere de tanta hoja para aportar un nuevo aspecto a la comunidad universitaria es que algo falla, valga como ejemplo las tesis en matemáticas, que a pesar de ser fórmulas, no alcanza ni por asomo dichas longitudes. La tesis de John Nash, nobel de economía, tenía apenas 27 folios. El proceso de Bolonia sí desea terminar con estas actitudes. Se incorpora el modelo anglosajón de enseñanza donde la carga de trabajo recae en el trabajo realizado por el estudiante en su casa, que será cuantificado y reconocido mediante créditos ECTS, en detrimento de las clases magistrales. En Universidades como Cambridge u Oxford, lo que aquí se conoce como clases, allí son sesiones de muy pequeños grupos a cargo de un brillante profesor de una o dos horas por semana. Pocas clases, pero muy bien preparadas.
Por otro lado, se fomentará la movilidad de los universitarios. Ahora más que nunca los estudiantes, salvando los posibles con mejoras cuantiosas de las becas, podrán comenzar su titulación universitaria en Madrid, seguirla en Paris y culminarla en Florencia. Valgan por medio experiencias en Colegios Mayores, donde convivirá y adquirirá experiencias con estudiantes de múltiples lugares que enriquecerá personalmente al universitario. Y esto, a los jóvenes canarios nos viene muy bien. Porque este esfuerzo de jóvenes sin miedo al exterior, que asumirán el reto con coraje y valentía, a medio plazo revertirá en nuestra sociedad. Gana Canarias, gana el país, ganamos todos.
Sin embargo, hay una crítica en la protesta de los estudiantes que merece ser puesta en valor. Se quejan de que la Universidad se está orientando al sector privado. Cierto, la Universidad ni puede ser una fábrica de parados ni debe ser una fábrica de meros profesionales. La Universidad ha sido siempre otra cosa. Un espacio no contaminado por el interés económico donde se reflexiona, se ejerce la autocrítica, se anuncian los males sociales y se transmite el conocimiento. Y en estos tiempos, donde ya se valora más la práctica que la teoría, la facultad es la etapa vital de la persona donde se condensa por completo la teoría. La vida, más adelante, se encargará por sí sola de desplazar la teoría por la práctica, por lo que no ahoguemos el espacio que merece la misma. Pero esta crítica no es imputable a Bolonia, sino al proceso globalizador que sufre nuestra sociedad. La Universidad, como Bolonia, es hija de su tiempo.
En todo caso, el proceso de Bolonia no puede ser asumido a coste cero. Y es ahí donde el Gobierno de Canarias, que hasta hace bien poco ha estado tranquilamente sin convocar becas de investigación, debe por una vez estar a la altura. Ni se puede congelar la política de contratación de profesores ni auspiciar el ascenso de los docentes que nunca han salido y que impregnan a las facultades un impropio espíritu de instituto. La Universidad es una institución social muy arraigada en la costumbre, que cambiará aunque sea a la velocidad en que gira un portaaviones, pero que siempre deberá ser otra cosa, el lugar del talento y la imaginación.
* Secretario de Comunicación del PSC-PSOE.
Rafael Ãlvarez Gil*
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