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El viaje de Soria y el de Sarkozy

Federico Utrera / Federico Utrera

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El pasado 8 de octubre, el banquero y editor Juan Francisco García, íntimo amigo de Soria y el único que se ha atrevido a asesorarle en este espinoso asunto presumiendo además de ello, desvelaba en los micrófonos de Radio Canarias que le parecía que la estrategia de defensa jurídica del líder del PP era errónea. A él, cuando le cogieron con las manos en la masa en la Caja Insular de Ahorros de Canarias ?de la que se llevó más de 3 millones de euros en indemnizaciones tras dejar un pufo cercano a los 50 millones de euros? sus abogados le sugirieron otra cosa: confesarlo todo, devolver el dinero y reconocer que no tenía intención de apropiarse de los ahorros de los impositores incluyendo sus gastos privados en las cuentas públicas. Eso fue lo que hizo.

Y eso le recomendó a Soria. Pero éste, soberbio como nadie, quiso demostrar que era el más listo de la clase y podía despistar a todos. “Su negativa y el obstinarse a darle normalidad” al hecho de que Bjorg Ling le hubiese invitado a Austria y Finlandia de vacaciones, le ha llevado a “no coger bien el tema”, según García. Para su más estrecho amigo, “el tema” era hacer como Nicolás Sarkozy cuando en 2005 el empresario Martín Bouygues ?cuyo representante en Canarias es un amigo de Soria y García apellidado Bravo de Laguna? le invitó a unas vacaciones con su yate en Cerdeña (Italia). A juicio del banquero y editor García, si cambiamos el yate por el avión privado y el salmón por el salmonete, los dos casos son iguales. Está grabado y a disposición de quien quiera oírlo, incluida la jueza. Y tratándose de un amigo reconocido, su testimonio no sería tan ocioso. Si Soria hubiera admitido lo que Carlos Sosa había denunciado, todo lo más hubiese pagado los 4000 o 6000 euros del viaje y la dádiva se hubiera evaporado. Pero Soria no le hizo caso, no quiso darle “normalidad al tema”, menos aún darle la razón a Sosa y ahora el riesgo no es sólo que intente escamotear la verdad a jueces, fiscales, policías y periodistas, sino que “radicalice su discurso” y si le pillan, haga como el alcalde Zerolo en Santa Cruz: envolverse en la bandera independentista y decir que le persiguen por sus claras ideas, no por sus oscuros dineros. Esta es la teoría del único asesor que le queda a Soria en la sociedad civil, su único amigo con cierta entidad que está dispuesto a quemarse por él desde el periódico en el que se ha apoltronado. El sabrá porqué y yo también. Pero, altanero Soria, ha descartado ese aforismo tan español que sugiere ponerse una vez colorado antes que cien veces amarillo, no se ha fijado en lo que hizo Sarkozy ni lo que le recomendaba García. Se empeña en decir que a él no le ha invitado nunca nadie, que él no ha votado jamás nada sobre Anfi del Mar... Pero el arte de la prudencia, elaborado por Baltasar Gracián mucho antes que James Bond, sugiere lo contrario: nunca digas nunca jamás...

Federico Utrera

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