Es evidente que estamos asistiendo a un enorme esfuerzo de protección y lavado de imagen del régimen que hasta ahora había imperado en la isla de Tenerife de modo indiscutible e impune. El régimen de poderosos empresarios y políticos que se respaldan y se protegen entre sí con el aplauso entusiasta de la mayoría de los medios informativos, que amparan cualquier tipo de anomalía, pelotazo, ilegalidad, atropello o conchabo en nombre de la consigna que ineludiblemente se impone cuando hay dudas: es por Tenerife, todo por Tenerife, primero Tenerife. Todos ellos, empresarios, políticos, periodistas... saben perfectamente que no es verdad, que en realidad el tinglado está montado para que se forren unos pocos y repartan unas migajas con los cómplices, pero a su vez saben que contradecir al sistema puede acarrerar terribles consecuencias, la exclusión, el vacío más miserable. Pretender como pretenden nuestros colegas de la prensa tinerfeña que no se informe sobre el contenido de un sumario porque se atentaría contra el honor y el buen nombre de los investigados echaría por tierra sus propias secciones de sucesos y todas las noticias que estos días se vienen publicando, por ejemplo, sobre Iñaki Urdangarín que aún a estas alturas todavía no ha declarado en calidad de imputado, luego no ha tenido ni siquiera la oportunidad de defenderse o de presentar pruebas en su descargo. O sobre Camps, cuyo juicio comienza este lunes. Todos hemos publicado las andanzas de ambos por los hechos, repetimos, por los hechos y pruebas recabados durante la investigación, sin esperar procesamiento, juicio y condena. Porque los periodistas no nos dedicamos a calificaciones jurídicas sino a relatar hechos, y el sumario de Las Teresitas está jalonado de hechos escandalosos que requieren al menos que los ciudadanos los conozcan. Y ya se verá si, además de ser escandalosos, son delictivos.