El alcalde de Los Realejos no es en absoluto un indisciplinado. Muy al contrario, se le encasilla dentro de los que pudiéramos llamar leales a Cristina Tavío, desairada presidenta insular del PP tinerfeño. Su lealtad llega al punto Pérez-Camacho, esto es, se declara en posición de firmes ante la lideresa pero dispuesta a sustituirla a poco ésta haga el menor gesto de querer abandonar en el próximo congreso insular. Como el parlamentario Pérez-Camacho con Soria, pero en versión menos poética. Tales fidelidades, sin embargo, tienen sus fisuras, porque la decisión del alcalde Domínguez de fichar un director de Seguridad choca de frente con la última exigencia amablemente lanzada por Tavío al líder Soria en el último comité ejecutivo insular: que en la política de nombramientos se tenga en cuenta a “la gente que pega los carteles y reparte votos puerta a puerta”. Y resulta que el flamante director de Seguridad de Los Realejos no reúne esa cualidad. Muy al contrario, se le encuadra dentro de la guardia pretoriana de José Miguel Ruano cuando éste era el jefe superior de la cosa. Y dentro de ésta, en el sector del espionaje que cantaba las novedades en sede presidencial, puenteando a la cadena de mando.