Mientras estas cosas ocurrían en Tenerife, al lado oriental del Archipiélago otra Águeda volvía a desaprovechar una preciosa ocasión para mantener la boca cerrada. Ya se imaginarán que nos referimos a Águeda Montelongo, presidenta del PP de Fuerteventura, que en pocos días pasó de tener el respaldo de media docena de partidos minoritarios sumándose a sus candidaturas a quedarse con los más testimoniales, dicho sea con el más absoluto de los respetos. Y no es que cabreara especialmente a Domingo González Arroyo, que ha demostrado a lo largo de muchos años tragaderas suficientes tanto con Montelongo como con Soria, sino que cabreó a los más estrechos colaboradores del marqués al apear de la lista al Congreso a la hija de quien aún hoy sigue siendo el más influyente líder de la derecha majorera. Siendo cierto que la hija del marqués, Pilar González, no destacó esta última legislatura por ser una diputada del PP especialmente laboriosa y activa, más cierto es que los descalificativos que sobre ella vertió la señora Montelongo se los podía haber ahorrado para proferirlos en más oportuna ocasión. La ruptura del Partido Progresista Majorero de esa confluencia de destino en lo universal con el PP pone en serio peligro la plaza de senador por Fuerteventura que todos daban por hecha. Aunque hay en la isla quien sostiene que fue el Campanu quien, desde la distancia, dio instrucciones a su delegada en la Maxorata para que provocara una ruptura que, en última instancia, frustre cualquier nuevo acercamiento de González Arroyo a la casa madre de la que nunca debió haberse salido.