Sigue sin recuperar el tono el presidente de la Cámara de Comercio de Las Palmas, José Miguel Suárez Gil, al que le hacen un feo detrás del otro con el nada elegante fin de que se vaya para su casa a hacer una colcha de ganchillo. Por lo que parece. No lo invitaron a Marruecos porque, en aplicación de la teoría oficial vigente ya no representa a nadie, lo que supuso dejar en tierra también a su homólogo tinerfeño, Ignacio González, padre. Además, claro, continúan debilitándose los apoyos, los mayores y los menores. En estos últimos cabe situar a Jaime Bouzón, que ha elegido la vía política sureña para ver qué pasa, lo que le alejará necesariamente de aquella gran federación de servicios con la que amenazaban al mundo desde un solar contiguo a La Ballena. Tampoco parece tener buena pinta la pretensión plateada de duplicar el número de representantes de los órganos de gobierno de la Cámara para dar entrada a las mujeres empresarias. La respuesta obtenida fue demoledora: vale, pon a las que quieras a cambio de los representantes tuyos, que habrás de quitar previamente. La escaramuza del último comité, invitando a una mujer empresaria, no caló, por lo que parece.