¿Y ahora qué? La pregunta se la hacen muchos socios favorables al cambio de timón en el Real Club Victoria de Gran Canaria, sumido en una crisis institucional por las veleidades políticas de sus directivos. O de algunos de ellos. El pelotilleo a Pepa Luzardo es sólo el detonante, porque detrás subyace un cúmulo de actuaciones que no han gustado a buena parte de la entidad. Los desaguisados van desde la desaparición de los equipos de fútbol de la cadena de base, que en su etapa gloriosa de los años noventa llegaban a llenar el campo de Las Coloradas, hasta la no renovación del arrendamiento del restaurante, parcheado ahora con “cuatro o cinco tapas” de restauradores amigos de la entidad. 96 años de historia -algunos cronistas sitúan su fundación incluso en 1907- andan un tanto a la deriva y hasta en las propias filas censurantes se cuestionan hacia dónde va una referencia histórica de la gente del Puerto.