No es la primera vez que el alcalde de Santa Brígida tiene problemas ocasionados por su chulería. Cualquiera que haya asistido alguna vez a algún pleno municipal habrá apreciado enseguida que emplea un tono altanero, muy de taberna pija, muy misógino y muy machista. Cree que ser alcalde lo convierte en un ser superior a los demás humanos, sobre todo a las mujeres, a las que maltrata verbalmente de modo sistemático. Concejalas como Victoria Casas o Guadalupe del Río pueden relatar numerosos episodios en los que queda retratado este insolente muchacho. Y decimos machista y misógino con todas sus consecuencias porque no hay constancia alguna de que jamás se haya dirigido a un hombre de manera tan despectiva. O al menos a ningún hombre presente, que a escondidas parece hasta torero. El caso es que el jueves se discutía precisamente una moción sobre violencia de género que proponía el alcalde pero que contenía una suerte de provocaciones que llevaron a Dominica Fernández, del PSOE, a pedir algunas correcciones para prestar su voto. El alcalde, por supuesto, se negó y comenzó a elevar el tonito y a cabrear de manera inesperada a la concejala socialista.