La respuesta del alcalde de Santa Brígida ha dejado desconcertados a los comerciantes. Tras informarles de que el CCN no va a vender sus bocatas y refrescos en la calle, sino en el interior de su local (estamos hablando de una romería) les indica textualmente que “no existe obstáculo para su negación, debiendo repararse en que, si quieren y así parece que lo manifestaron, [los del CCN] pueden regalar la referida mercancía, ante lo cual nadie podría establecer impedimento alguno y sería más perjudicial para ustedes”. Manda Trillos, ¿regalar?, ¿amenazan con regalar? Debemos entender entonces que gracias a la astuta autorización del alcalde, los del CCN venderán sus viandas, en lugar de constituirse en sabrosa ONG festiva. Menos mal que el Niño Bravo, en esos ataques paternalistas que él tiene, termina diciendo que “esta Corporación estima que todos tienen cabida para participar en las fiestas populares y espera que éstas resulten todo lo próspera y satisfactorias que se espera (sic), toda vez que ése es el espíritu que debe reinar en todo acto de celebración que se realice”.