De repente los “problemas burocráticos” se tornaron increíble diligencia. En unas cuatro horas, las que mediaron entre el final del consejo de administración de la Autoridad Portuaria de Las Palmas este jueves, y las nueve de la noche, hora en que entró un fax en el organismo, el Gobierno de Canarias demostró lo que es capaz de hacer. La diligencia nada ha tenido que ver con la búsqueda del interés general, la resolución de los problemas que aquejan a la nacionalidad o el funcionamiento racional de las cosas. No. La diligencia sólo tiene un resorte: la venganza. El Gobierno se ha vengado de Emilio Mayoral anunciándole que lo destituirá el martes sencillamente porque osó devolver al consejo de administración la potestad de bendecir los nombramientos del presidente del organismo portuario. Esta postura tan transparente y habitual, que era la que reinaba en el Puerto hasta 2003, le ha parecido “antidemocrática” al consejero de Transportes, al que felicitamos desde aquí por lo traicionero que tiene el subconsciente.