Águeda Fumero está considerada por los expertos en vida interior pepera como paradigma de los militantes que Cristina Tavío convierte en apestados sin que existan motivos suficientemente sólidos, líquidos o gaseosos para alcanzar tan humillante grado. Desde que en octubre de 2010 Soria levantara el campamento y ordenara a los suyos salir del Gobierno en estampida, Fumero pasó al ostracismo, aún habiendo sido número uno del PP al Ayuntamiento de Arona en 2007 y compañera de Antonio Alarcó en la candidatura al Senado en 2008. Ha bastado a Cristina Tavío cabrear a Soria como lo ha hecho para que el Campanu haya rescatado a una postergada del olvido y la pasee por las narices de la presidenta insular del PP durante toda esta campaña y el apoteósico salto triunfal con doble tirabuzón que las encuestas prometen al PP. Con el inevitable paso del tiempo resulta curioso observar cómo Soria ha colocado en posiciones bastante embarazosas a tres de los más destacados dirigentes tinerfeños del PP, los llamados a ser posibles alternativas a su poder omnímodo: Ángel Llanos, que disputó la presidencia a Tavío, defenestrado en el cenit de su carrera política, pero con ganas de regresar al ruedo; Miguel Cabrera Pérez-Camacho, al que sacrificó sin recuperación de momento para salvar sus relaciones con Paulino Rivero tras un viaje a Cuba, y ahora la mismísima Cristina Tavío, ganadora de pulsos cruentos dentro de la organización. Tantos cadáveres en la cuneta y algunos con tanto poder de convocatoria y respaldo social tinerfeño no tienen que ser buenos para la sucesión que se avecina.