Debe tener sus especiales motivos para la decepción con Antonio Castro Feliciano el que fuera ministro de Justicia cuando lo nombraron, Juan Fernando López Aguilar. Efectivamente, durante su etapa en el Gobierno de España, el canario luchó denodadamente para que Canarias truviera un presidente progresista al frente de su más alto tribunal, de modo que terminaran tantos años de oscurantismo. Y para ello tuvo que pelearse con quienes pretendieron otra cosa y con los que propiciaron un intercambio con el cargo homólogo en Castilla La Mancha. El pulso lo ganó López Aguilar en favor de Castro Feliciano, y los castellano-manchegos se tuvieron que comer nada más y nada menos que a un sobrino del cardenal Rouco Varela, Vicente Rouco, que no pertenece precisamente al sector progresista de la Judicatura. Se podrán imaginar entonces el tamaño de la decepción, que adquiere así proporción nacional.