No nos hemos olvidado de esa buena pieza de la política majorera que es Blas Acosta, el candidato socialista a la presidencia del Cabildo. Todo el mundo a estas alturas sabe a la perfección que es un auténtico bocazas, un defecto que en política se suele pagar más pronto que tarde. Ese dechado de gestión que presume ser empieza a tornarse cuento chino: la empresa Gesturpa, el instrumento municipal que ha utilizado para unas andanzas muy peculiares sobre las que volveremos muy pronto, ha estado al borde mismo de la suspensión de pagos. Acosta anda recorriendo bancos y cajas en busca de 2,4 millones de euros con los que al menos evitar que los obreros paren las obras. Él culpa a los anteriores gestores de CC, al tiempo que su compadre y socio cabreado, Guillermo Concepción, hoy del PP, presume con cariño del lugar por donde dice tener bien cogido al concejal socialista de Urbanismo: como ambos tienen los poderes de la empresa para firmar pagos, hasta ayer mismo Concepción no cogió el boli para darle un aire a su Blas del alma y evitar la revuelta obrera en tan significado municipio socialista. Y así hasta la próxima vuelta de tuerca.