Ya queda menos para que termine agosto y para que Mariano Rajoy junto a su equipo económico vuelvan a obsequiarnos con la interminable sucesión de idas y venidas del rescate que nos va a caer de inmediato. Ya verán. Ha sido un agosto infernal para muchos españoles, especialmente para los que se han quedado sin trabajo y para los que han comprobado la consideración que sobre ellos tiene el Gobierno de España, es decir, ningunita. Porque ya tiene muchos bemoles que se incentive a los desempleados con la paga de los 400 euros a cambio de que encuentren trabajo con la economía por los suelos y la destrucción de empleo cabalgando de modo imparable sin que nadie le ponga coto. Después de los parados españoles, los incendios se han llevado otro buen cacho de agosto. La descoordinación, las estériles disputas, las vergonzosas acechanzas entre gobernantes hechos y derechos que se tiran a la cabeza las mangueras y los hidroaviones solo han contribuido a desmoralizar aún más a una ciudadanía absolutamente asqueada de tanta ineptitud y tanto estúpido suelto. Y para poner una guinda al desaguisado permanente, los ministros se pelean entre sí, no se sabe si por defender sus propios intereses o por puro prurito ministerial, pero en cualquier caso pasándose por el arco del triunfo resolverle a los españoles los interminables problemas que padecemos. Lejos de callarse en agosto y contribuir de ese modo a la tranquilidad que los mercados nos han otorgado, encima han hablado más de la cuenta. Y el más parlanchín, sin duda, el del Interior, Jorge Fernández, que se gana cada día a pulso el dudoso honor de cantamañanas.