Insisten los bomberos de Las Palmas de Gran Canaria en sus protestas ante la postura aparentemente irreductible de la alcaldesa, Pepa Luzardo, instalada en la creencia de que dejando enquistar los problemas, éstos terminan por desaparecer. El invento ese de meter los expedientes problemáticos en un cajón y esperar a que pase la tribulación es atribuido al dictador Primo de Rivera, por lo que sería de agradecer que las razones de la regidora sean otras de mayor altura democrática. Nada que objetar por el momento a las posturas que mantienen ambas partes en conflicto, sólo que nos corresponde ponernos del lado de los ciudadanos, a los que se pudiera estar poniendo en riesgo cierto si en una de éstas ocurriera una desgracia que no pueda ser atendida adecuadamente por no haber existido una respuesta razonable a las exigencias de personal y dotaciones que hacen los bomberos. El diálogo es imprescindible en democracia, y cuando está sobre la mesa la seguridad de los ciudadanos, hablamos de una cuestión absolutamente prioritaria.