Irina cometió varios errores de libro antes y después de su declaración (ignoramos cuántas veces metió la pata dentro del despacho de la magistrada Varona). Primero, porque anunció a los periodistas su deseo de que quedara inmaculado el buen nombre de sus amigos José Manuel Soria y Manuel Fernández. Segundo, porque se expresaba en inglés tratando de mostrar su ignorancia del español, lengua que empleó a la perfección momentos antes de abandonar el Palacio de Justicia al escuchar a Manuel Fernández preguntar por ella: “Estoy aquí, Manolo”, dijo casi cañí. Una testigo que está obligada a decir verdad no puede manifestar su simpatía por alguna de las partes de un procedimiento y mucho menos anunciar que acudía a declarar para echar una manita, como pareció quedar claro antes de su entrada en el TSJC. A mayor abundamiento, se marchó en compañía de su Manolo y de la esposa de José Manuel Soria, Mari Carmen Benítez, quien por una vez no se metió en el despacho de la juez a escuchar la declaración de su marido.