Es muy llamativo que Manuel Hermoso salga ahora culpando a Román Rodríguez de la debacle de CC, sobre todo si se tiene en cuenta que en la reunión de la ejecutiva nacionalista en la que se analizaron los resultados no abrió la boca ni para decir que era de su propiedad. Asistió en silencio al esperpento que montaron Paulino Rivero y José Carlos Mauricio, que prepararon el cónclave unos minutos antes en una churrería cercana a la sede nacionalista de la calle Buenos Aires, en Las Palmas. Rivero. tras las palabras de siempre, sacó el botafumeiro, lo llenó con los aceites y esencias necesarios, y Mauricio lo agitó por toda la sala prometiendo que escribiría en un papel las soluciones a la crisis, “y en julio ya veremos”. Pero Hermoso, insistimos, calló entonces. ¿Por qué habla ahora?