Cuentan los cronistas especializados en el histórico movimiento plateado, que el ex presidente de la Cámara de Comercio ha decidido interponer una querella contra su esposa, Josefina Navarrete, por un presunto delito de extorsión, al parecer derivado de una carta que la letrada envió a un socio del empresario, de nombre Armando, que comparte con el Zorro Plateado la titularidad de la empresa Unifruti. ¿O la compartía? No lo sabemos a ciencia cierta, porque de la lectura completa de esa carta, cuyo contenido íntegro ha sido hurtado a los lectores que siguen el culebrón en la sección de sucesos de los periódicos impresos, se deduce que antes de que estallara la guerra marital Suárez Gil había decidido vender sus acciones en la compañía al hijo de su socio, conocido familiarmente por Armandito. Hasta aquí nada que objetar. Lo que ya empieza a sonar a cantos celestiales es el precio presuntamente abonado por esas acciones, y decimos presuntamente porque es más que probable que no se pagara nada, que todo respondiera a una estrategia muy plateada de quitarse de en medio para mejor proveer. Pero, peor aún, en el caso de haberse satisfecho el importe, la transacción no fue declarada a Hacienda, que es lo que la señora Navarrete viene a prevenir al socio de su marido, don Armando, no vaya a venírsele encima una deuda fiscal que la letrada tasa en 240.000 euros, más la sanción correspondiente de seis veces la cifra defraudada. A esa advertencia, el abogado de Suárez Gil le ha puesto el nombre de extorsión.