Este diario algo supo de la existencia del concurso de Yánez antes de que todo el monte fuera orégano para Antón Marín. Y fue por medio de una pregunta inocente al entonces juez de la UD Cobo Plana: “Oiga, ¿y usted se ha visto con un marrón como el amarillo?”. La respuesta fue elocuente: mediáticamente, por supuesto que no había otro como el del equipillo, “pero es que tengo uno chiquitito en dinero, mucho más farragoso de resolver...”, vino a decir. Con el paso del tiempo -y de Grupo Europa, claro- caímos en la cuenta de que se refería a Yánez, tan trincada por Antón Marín en la promoción de sus viviendas propeperas en Ciudad del Campo que accedía a todo lo que le pedía el imputado por cohecho y falsificación documental en Telde. Tanto, que de la lectura de la denuncia que dio pie a la pieza 38 de Faycán, su instructor, Javier García García-Sotoca, no sólo alucinó con la impunidad en la corrupción política, sino con el lado menos trascendente, más mercantil de andar por casa, de cómo a uno se le ocurre manejar desde fuera hasta a los concursales de una empresa de la que sólo se es cliente.