Se equivocan quienes creen que Mario Cabrera se ha lanzado sin red a los brazos de Águeda Montelongo en el Cabildo para garantizarse la presidencia insular y condenar a los socialistas a la oposición y, en el mejor de los casos, al regreso al pizarrín. Cabrera no es amigo de pactar con el PP, pero Aguedita y Larry Álvarez se están moviendo en Fuerteventura como siempre se han movido, garantizando estabilidades y prometiendo un futuro inmejorable. El otro PP, el del Marqués de las Dunas, se entiende con Herrera Velázquez, que sólo sueña con un puesto de medio pelo para acercarse con la mayor dignidad posible a su jubilación laboral y no tener que dar de nuevo a la Química en el instituto. Sus afanes terminan coincidiendo con los de Barragán, pero por diferentes derroteros. En medio va cogiendo cuerpo la línea de un pacto con el PSOE que arregle Pájara, La Oliva y el Cabildo, y que condene a la oposición a los dos PP majoreros. Pero para eso hace falta que Blas Acosta se recluya en su puesto de concejal de Urbanismo en el municipio sureño. A verlas venir.