El alcalde de Telde, que es un cuico, mantuvo la cara de póker como si no pasara nada, como si Rita Martín acabara de pronunciar un discurso digno de un Nobel de Literatura. No se le movió ni un músculo. El concejal de Patrimonio, Ildefonso Jiménez, también aguantó impasible el ademán, como diciendo que a él no le quitaban aquellos ansiados euros para la casa de los Sall por una carcajada a destiempo. Sólo pudieron apreciarse ciertas apacibles risotadas entre el personal periodístico, que se limitó a grabar el acontecimiento y guardarlo para mostrarlo a sus nietos el día que corresponda la batallita. Sólo la concejal del PP Inmaculada González Calderín, presente en el ridículo de la consejera, se atrevió muy suavemente a informar a la patinadora del espectacular patinazo con tutús y pompones que acababa de protagonizar en el centro mismo de la pista. No pareció, según relatan testigos presenciales, que la patinadora sufriera un soponcio moral que le obligara a pedir disculpas a los presentes y a rectificar sus meteduras de pata, al estilo de aquel “¡viva Honduras!” del enaltecido Trillo. Ella se la envainó, exclamó un “¿ah, sí?” y a otra cosa, mariposa.