Pero eso a Soria le da exactamente lo mismo. O, mejor dicho, le viene muy bien pasarse por el arco del triunfo esa petición porque de ese modo -o al menos él lo cree así- coloca a Paulino Rivero en una situación difícil frente a la Cadena Ser, Onda Cero, la Cope y, en menor medida, Editorial Leoncio Rodríguez, editora de El Día, que le tiene declarada una guerra abierta y sin armisticio posible al presidente. Claro que, conociendo como conocemos a Paulino Rivero, veremos el tiempo que tarda en devolverle a Soria la ofensa y explicar a esas empresas de comunicación que la única solución legal que quedaba la ha echado por tierra el ministro Soria en su empeño por negar a Canarias el pan y la sal. Soria tiene ante sí una de esas oportunidades que le chiflan, la de devolverle a Rivero sus viejas ofensas. La del concurso de radio es una de ellas porque se convocó siendo el hoy ministro vicepresidente del Gobierno pero infligiéndole un humillante puenteo que le costó algún sonrojo entre emisoras amigas, a las que había prometido al menos estar atento al devenir de los hechos. No lo dejaron tocar bola en la elaboración y revisión de las bases, el momento más oportuno para que determinadas radios tuvieran más opciones que las demás; o a la inversa, para que las desafectas no pudieran sobrevivir al concurso. Martín Marrero, ejecutando un acuerdo del Consejo de Gobierno, convocó el concurso de espaldas a Soria, que se hizo patente su sonoro cabreo y produjo una de las clásicas tiranteces del pacto que acabó por romperse en octubre de 2010.